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Un proverbio: los dichos de HaShem

“Hijo mío a mis palabras pon atención, a mis dichos presta oídos.” Proverbios (Mishlé) 4:20

 

Antes de entrar en materia, el Eterno nos advierte de prestar oídos a los sonidos contaminantes de las palabras necias que tratan de hacer rema en los túneles auditivos, que buscan alojarse en los laboratorios de tu mente. Se trata de los dichos que forman parte de las tradiciones foráneas que llegan para quedarse en el diario vivir del hablante nativo, volviéndose parte de la cultura de los pueblos, ejemplo de ello: “Para palabras necias, oídos sordos.” “Dime con quién andas y te diré quién eres.” “Dime de qué presumes, y te diré de qué careces.” Dichos que tienen un dejo de sabiduría cotidiana, sabiduría de la calle que no portan la carga positiva y espiritual que logran los dichos que descienden de lo alto, un poder que sólo puede venir del Padre de las luces, documentado y evidenciado en nuestra Santa Torá, el Asofer Hamaljutí, los Salmos, los Proverbios y los Profetas. 

 

Nuestros oídos no deben ser prestados para alimentar lashóm hará, porque al hacerlo, automáticamente, pasas a ser cómplice de un inframundo, dando inicio a un descenso espiritual que va decreciendo como el vapor de agua cuando es sometido a altas temperaturas, hasta desaparecer en medio de un fuego inminente. 

 

“Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardaréis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.” Éxodo (Shemot) 19:5

 

“Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su padre. El que tiene oídos para oír, oiga.” Mateo (Mattityahu) 13:43

 

Los dichos del Eterno, no son un simple consejo, ni tampoco metáforas cargadas de poemas y poesías producto de un guion literario sin sustento. ¡Nada más lejos de la realidad! ¡Su Palabra es poder del cielo! Ella ha sido forjada con el fuego inextinguible de su propia Ruaj HaKodesh. Su Palabra es el ADN de Su esencia, de Su propia existencia, Su Omnipotencia y Omnipresencia. Él es el Omnisciente más allá de los infinitos indescriptibles que no se pueden contar… ¡Él es Hashem, el de los dichos de fuego eterno!

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