“Hijo mío, mi ley no olvides, y mis preceptos guarde tu corazón. Porque tendrás prolongamiento de días y años de vida y paz, se aumentarán para ti.” Proverbios (Mishlé) 3:1-2
La bondad del Eterno es como la vasija rebosada de aguas vivas que se derraman, porque no hay ánforas en la tierra, ni en los cielos que la contengan. El Eterno que es bueno nos muestra una vez más en este proverbio las formulas infalibles diseminadas en la Tora, donde reposan las claves, soluciones y respuestas de este mundo físico y el mundo espiritual. Decurso que transcurre en dos mundos aunado por un paralelismo continuo e ilativo, signos y símbolos que enlazan de manera coordinada sonido y sentido, donde podemos percibir ambos planos: el físico y el espiritual; a través del hecho literario que se mueve arriba y abajo, mediante las mitzvot o mandamientos que van mucho más allá de un simple lenguaje literario, es un supra lenguaje dual, es dirección de vidas equidistantes aquí en la tierra y en el Olam Habá o mundo por venir.
Larga vida canta este Mishlé, promesa de parte del Eterno que nos da un arca repleta de sabiduría con remos hechos de preceptos inmortales para navegar en las “elevadas” aguas profundas de la Tora.
Regresemos una vez mas a una de las esencias más poderosas de esta reflexión. El Eterno nos habla de días, años de paz y vida, es decir, estamos frente a una circunstancia donde el tiempo, y más allá de él, nos encontramos con la eternidad. Dicha eternidad tiene su propio lenguaje, ella no es el tiempo, ella es la parte sublime que sólo el alma pura puede decodificar, para juntas, confabular con la eternidad a favor de nuestros destinos. La eternidad es la dimensión donde se mueven los cielos, ella no es el pasado, ella no es el futuro, ella es un “presente continuo”, por así llamarlo, donde el HOY no pierde vigencia, es un HOY perpetuo. Esto lo podemos experimentar y ver en las Santas Escrituras cuando el Eterno nos hizo un poderoso recordatorio: “...sucederá que si oyeres atentamente mis mandamientos, que YO os ordeno HOY, amando al Eterno, vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma. Yo os daré la lluvia de vuestro tiempo, la temprana y la tardía, y recogerás tu grano, y tu mosto, y tu aceite.” Deuteronomio (Devarim) 11:13-14
Por ejemplo, el día que fue entregada la Tora hace 3.000 y más, cada año que festejamos una de las fiestas del Eterno, Shavuot o la entrega de la Tora en el monte Sinaí, lo extraordinario e incomprensible a nuestro coeficiente intelectual, es que cada vez que recibimos la Tora en este siglo XXI, acontece que no hacemos un recordatorio o memoria de esa entrega, sino que es el momento álgido, justo cuando HOY es entregada la Tora y no cuando FUE entregada, ese momento es captado y sucede en el HOY de este siglo. En otras palabras, es HOY y no ayer... a esto se le llama ETERNIDAD.
Por consiguiente, se hace necesario escarbar en las ecuaciones del cielo, dicho de otra manera, ver desde el punto de vista del idioma hebreo y sus códigos gemátricos, los cuales nos muestran ese lenguaje que se oculta en una aparente galimatías, pero que en su resultado está muy lejos de serlo.
Veamos entonces la palabra eternidad en hebreo נצח (Netsaj) su valor gemátrico es 3. Según la ley judía, una vez que algo haya sido hecho tres (3) veces es considerado permanente, a eso se le llama “jazaka”; el repetirlo le da estabilidad. Por eso, en el mundo espiritual, sólo podemos ser tentados tres veces y nada más. Ejemplo de ello es nuestro Santo Ribi Yeshua HaMashiaj, quien fue tentado por el Satán en el monte por tres veces y luego lo reprendió y se apartó de él.
“Entonces la Presencia Divina le guio al desierto para ser tentado por el maligno. Y cuando había concluido su ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, tenía hambre. Fue el momento cuando se le acercó el tentador para decirle: Si en verdad tú eres el hijo del Eterno, da la orden para que estas piedras se conviertan en pan. Más él respondió diciéndole: Escrito está: “No sólo del pan depende la vida del hombre. Pero sí de toda palabra que va saliendo de la boca del Eterno.”
Entonces el maligno lo llevó hasta la Ciudad Escogida y lo paró sobre la parte más alta del Templo y le dijo: “Si en verdad tú eres el hijo del Eterno, salta tú mismo hacia el precipicio, porque escrito está: A sus mensajeros enviará contigo donde quiera que vayas y en sus manos te cargarán para que tu pie no tropiece en piedra.”
Más Yeshua replicó, diciendo: Pero también está escrito: “No tentarás al Eterno, vuestro Juez Supremo.
Y de nuevo el maligno lo llevó consigo, esta vez a un monte altísimo, y desde allí le mostró todos los reinos de esta edad presente y la gloria que ha sido dada a ellos para luego decirle: Todo esto te lo daré si te postras delante de mí aceptándome como tu autoridad suprema dispuesto a obedecerme y servirme para siempre.
Inmediatamente Yeshua le dijo: ¡Lárgate de mí satanás! Porque está escrito: “¡Solamente al Eterno reconocerás como Juez Supremo y solamente a Él temerás y darás culto!”
Entonces el maligno tuvo que marcharse de prisa y he aquí vinieron mensajeros celestiales de parte del Eterno para atender a sus necesidades.” Mateo (Mattityahu) 4:1-11
El número 3 representa el mes de Siván, tercer mes del calendario hebreo, conocido como el mes en que se entregó la Tora en el Monte Sinaí. Ahora bien, si tomamos la última letra hebrea ח de la palabra eternidad נצח, esta nos llevará a una de las Sefirot Jojma (Sabiduría) חוכמה y su valor gemátrico es 7, el cual hace honor a una de las fiestas más importantes: el Shabat, día en que el Eterno descansó después de la creación; día que Hashem usa para hacernos una terapia espiritual y física.
Tomemos ahora la letra central צ (Tzadi), la cual nos lleva a la palabra צדיק Sabio, con un valor de 6.
Finalmente ocuparemos la última letra ח (Jet) que también es la última letra de Mashiaj משיח con valor gemátrico de 7.
Entonces juntaremos ahora estas piezas del rompecabezas espiritual donde descansan estos códigos que parecen gritar a los cuatro vientos del tiempo sin tiempo de la eternidad, que se desnuda del tiempo para escapar de él. Así pues, los valores de נצח = 3; חוכמה = 7; צדיק = 6 y משיח = 7 ahora los sumamos entre sí y el resultado será 5 y 5 hace referencia a los cinco libros de la Tora. Si decodificamos esta análisis gemátrico podríamos leer un lenguaje dentro de otro: נצח “La eternidad llena al sabio, al Mashiaj de sabiduría”.
La Tora es la evidencia palpable, cuantificable de que ella descendió de los cielos y no es creación de hombre. Además conecta los cielos con la tierra, al hombre con el hijo del hombre, y el hombre a su vez se reconectó nuevamente con el Eterno a través de las mitzvot que reposan en los cinco libros de la Tora, como farol que orienta los caminos de los valientes que eligen unirse a Su Majestad...
Comments