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Parashá 13 Shemot "Nombres"

Actualizado: 25 ene 2023

Cada libro del Jumash (Plural Jumashim) es una unidad propia por sí misma, pero proféticamente están interconectados entre sí formando una ejad de revelación única en su clase. Debido a esto, en el Sefer Toráh, no hay capítulos ni divisiones, sino que está todo unido formando una gran unidad.


Sin embargo, para establecer la diferencia entre un libro y otro, se ha establecido que el Sofer, en relación con el Jumash, debe dejar cuatro líneas en blanco entre el fin de un libro y el comienzo del próximo. En cuanto a los Profetas, si están escritas en un rollo, tres líneas son dejadas en blanco y en cuanto al Tzofen HaMaljutí (Mazoret) de escribirse en un rollo, dos líneas deben ser dejadas en blanco.


Toráh:


El título de nuestra parashá es “Shemot” en honor a la segunda palabra hebrea con la cual comienza el sefer. (Shim-Mem-Vav-Tav). Su traducción literal es “nombres” y la LXX lo tradujo como “Éxodo” para indicar su tema inicial, es decir, la “salida” de los hijos de Israel de Egipto, es decir, la primera redención con el primer redentor.


El libro consta de dos grandes divisiones naturales, una de carácter histórica y la otra legislativa toda vez que se van estableciendo los principios y fundamentos de la vida comunitaria del pueblo hebreo especialmente en la condición nómada en la que vivía a través de viajes y jornadas por todo el desierto en su ruta a la tierra prometida.


El libro contiene varios géneros literarios, como son la poesía (El Cántico de Moshé) surgida luego del gran milagro del cruce del Mar de Suf; visiones, como es el caso de la revelación de la zarza que ardía y no se consumía; legislativa, como son las diversas leyes y ordenanzas que son dadas para administrar asuntos civiles y religiosos que cuando ponemos todo en conjunto, hace del libro uno de los más importantes de los Jumashim. El libro contiene 1209 años proféticos a partir de sus versículos oficiales.


En cuanto a la parasha, nos introduce los nombres de los doce hijos de Ya’akov avinu, incluyendo a Yosef, que ya “era” en Egipto1. Por supuesto, estos doce son representativos de toda la familia, porque Yaakov tuvo hijas y además, las esposas de sus hijos y sus nietos. En total 69 almas, pero también 70 y si cuentas más detenidamente aun, 75, asunto que ya ha sido explicado en otro lugar.


Rashí nos recuerda que aunque los nombres de los hijos de Israel ya habían sido contados (Breshit 46:8 ss) ahora, en sus muertes, se mencionan de nuevo para indicarnos “cuan precIoso es a los ojos del Eterno” cada alma de Israel. El salmista dirá siglos después: “Preciosa es a los ojos del Eterno, la muerte de sus santos”.


Shemot representa el fin de una edad y el comienzo de otra. La edad de los patriarcas concluye con la muerte de Yaakov y sus doce hijos. Mientras los doce patriarcas vivieron, los hijos de Israel, sus descendientes, se mantuvieron guardados, fortalecidos, unidos y protegidos por el ejemplo y la conducta digna de imitar de sus padres, pero al morir aquellos doce hijos, que eran las doce columnas de Israel en el exilio, la influencia de Egipto comenzó a permear la vida de los hebreos y el nivel espiritual de la colonia israelita en la galut inicia un proceso de regresión espiritual y las tinieblas de la contaminación y la asimilación, tomando ventaja de la situación, comienzan su lenta pero terrible influencia en la comunidad de los kadoshim. Aunque sus nombres hebreos fueron mantenidos juntamente con la lengua sagrada, aquí y allá comienzan a levantarse focos de asimilación y adopción de costumbres egipcias e incluso, al cabo de poco tiempo, la gran mayoría abandonó el trabajo inicial del campo y la ganadería y se dedicaron a los negocios y se mudaron a los barrios egipcios y socialmente comenzaron a integrarse completamente a la sociedad egipcia. Esto es evidente cuando vemos cómo el ángel destructor, tenía que ir ”pasando” y “saltando” de casa en casa, en la muerte de los primogénitos, indicando así que para entonces, la población hebrea, mayoritariamente, ya vivía en los barrios egipcios.


En la misma medida en que dicha asimilación va teniendo lugar, su espiritualidad disminuía y ello se reflejaba social y políticamente, pues contrario a la lógica, mientras más se asimilaban, peor les iba en el país. Una gran lección que debemos aprender los hijos de Israel en el exilio. Equivocados están los que piensan que cediendo a las presiones culturales y sociales de las naciones donde vivimos, mejor nos irá. Lo contrario es el caso. Esto se repetirá luego a lo largo y ancho de nuestra historia, hasta los días modernos, con los sucesos que tuvieron lugar en Alemania, por ejemplo, durante la época oscura cuando gobernaba el país el nacionalsocialismo. Y se sigue repitiendo en otras naciones como es evidente hoy día en nuestros países, desde España hasta Argentina, pasando por Cuba, Venezuela, Colombia etc., como ya sabemos.


Finalmente el desastre espiritual llevó a la bancarrota política y la esclavitud echó sus redes sobre nuestro pueblo. Es cierto, el aumento de la población se mantuvo, pero su espiritualidad y su luz, su fuerza interior y su gloria se eclipsaban por minutos y ello, sospechosamente y para nuestra reflexión, “coincidió” con un cambio de poder en el país que ignora a Yosef, sus méritos y beneficios; y de ciudadanos residentes, amados y respetados, de pronto se transforman en un pueblo completamente esclavo y oprimido. La fidelidad se hace presente, pues “mientras más los maltrataban más se multiplicaban”, causando ahora que medidas mucho más fuertes y terribles sean impuestas para evitar que los hebreos constituyan una amenaza política nacional. Y salió el terrible decreto antisemita: “Que todos los niños nacidos sean asesinados y que solamente las niñas se dejen con vida”.


En medio de esas circunstancias, nace Moshé quien milagrosamente vino a ser rescatado de las aguas por la hija del faraón y propuesta una nodriza hebrea, resultó ser la propia madre del bebé quien bajo la supervisión de la princesa egipcia, cría a su propio hijo. Una vez “destetado” el niño es llevado directamente al palacio de Egipto donde crece y es instruido en todo el conocimiento y sabiduría de los egipcios. Sin duda, Moshé estaba preparado lo suficiente para ser el próximo faraón, si las circunstancias políticas le ayudaban. Hecho mayor, con aproximadamente 40 años de edad, sale a visitar a sus hermanos hebreos esclavizados y por primera vez percibe de cerca sus tribulaciones y aflicciones. Cuando un mitzrí golpea a un hebreo, el alma judía de Moshé salio a flote y de una sola palabra lo echa por tierra completamente muerto. Para ocultar su acción, Moshé esconde el cadáver en la arena.


Al día siguiente, vuelve a salir de nuevo para mirar cómo les iba a los hebreos cuando descubre dos de ellos riñendo entre sí y Moshé trata de apaciguarlos pero el ofensor le responde: ¿Quién te ha puesto de príncipe o de juez sobre nosotros?, ¿procuras también matarme como mataste al mitzrí?


Al verse descubierto, Moshé teme por su vida; en efecto el faraón se entera del asunto y esto crea las circunstancias suficientes para que Moshé entienda que sus días en el palacio están contados y sale de Egipto hacia Midián, a donde llega finalmente cansado del camino y se siente junto a un pozo. En ese momento, siete hijas del sacerdote del área vienen por agua y Moshé les ayuda, abriendo así el camino para que Yitró, el padre de las pastoras lo reciba en casa. Moshé se casa con una de las hijas de Yitró, Tziporá de la cual nace su primer hijo, Guerson, en memoria de un “ger” es decir, de un extranjero pues, fuera ahora de la comunidad hebrea, Moshé se vio a si mismo como “extranjero en tierra ajena”.


Dedicado a la ganadería y ocupado en ello, Moshé tiene una revelación angelical que cambiará todo el curso de su vida. En efecto, es llamado y finalmente, luego de superar todas sus objeciones, Moshé es consagrado y comisionado para ser el primer redentor de Israel. Sus temores de rechazo por parte de su pueblo, son mitigados cuando el Eterno le concede tres señales proféticas que demostrarían, más allá de toda duda razonable, que efectivamente el Elohim de Israel le había visitado y comisionado para tan alta misión.


Resuelto a llevar adelante la obra encomendada, Moshé pide la bendición de su suegro y regresa a Egipto para demandar al faraón que deje ir los hijos de Israel. En el camino es confrontado por un ángel que demanda la circuncisión de su hijo Guerson o ser muerto, ante la debilidad evidente de Moshé por su lucha con el mal’aj, Tziporá, su esposa, toma un pedernal (cuchillo de piedra) y le hace el brit milá a su propio hijo, lanzando el prepucio a los pies de Moshé. Cuando el mal’aj ve lo que ha ocurrido, suelta a Moshé. Mientras tanto, el Eterno se revela a Aharón, hermano de Moshé y le ordena encontrarse con él en las afueras de Egipto. Moshé narra a su hermano todo lo ocurrido el día de la zarza y ambos entran en Mitzraim, reúnen a los ancianos de Israel y presentan las evidencias de dicho llamado y misión. Presenciadas las evidencias, los líderes de Israel no tuvieron duda que el Eterno había visitado a nuestro pueblo y creyeron a Moshé y le aceptaron como su redentor.


Una vez aceptado, Moshé y su hermano Aharón entran en la presencia del faraón y le entregan el mensaje de Eloha: “Deja ir a mi pueblo para que me santifique fiesta en el desierto”. Preguntado por la identidad de “Eloha”, Moshé y Aharón respondieron: “El Eloha de los hebreos se nos ha aparecido” y le suplican al faraón que los deje marchar de Egipto. Siguiendo el plan ya anticipado por la Sabiduría Divina, Moshé recibe la respuesta negativa del faraón y la imposición de mayores tareas y tormentos contra los hijos de Israel.


La visita de Moshé al faraón, lejos de aliviar la servidumbre del pueblo, la agravó y sin recibir materia prima, se les exigía la misma cantidad de unidades de producción de ladrillos para los complejos turísticos de la casa imperial. Esto causó que los hebreos echaran en cara a Moshé y Aharón su gestión liberadora pues lejos de resolver el asunto de la esclavitud, su acción la había incrementado. Ante el dolor de la dura servidumbre, Moshé se vuelve a Eloha y le suplica su intervención y el Eterno le responde: “Ahora verás lo que voy a hacer al faraón… “ dejando así el escenario preparado para la próxima narrativa de la primera redención.


Haftarah:


La porción de los profetas nos presentan el llamamiento y comisión de otro de los grandes de Israel, Yirmiyahu ben Jilkiyá, de la Casa de Aharón. “Dabar Elohim”, la Palabra del Eterno vino al cohén (sacerdote) y luego de asegurarle su misión como profeta a las naciones, Yirmiyahu, como Moshé, presenta objeciones. En este caso, su juventud, como una buena excusa para no ser enviado a tan grande misión. Luego de varias visiones, el Cohén acepta el decreto celestial y se somete a la obra que le ha sido confiada dispuesto a “decir todo lo que el Eterno le ordene”, recibiendo la seguridad de que la Shejinah se convertiría en un muro de protección alrededor de él y aunque se levantarán contra él los reyes, los príncipes y los sacerdotes corruptos de aquellos días, no prevalecerían porque el Eterno estaría alrededor de su siervo para liberarlo. El profeta va y entrega su primer mensaje asegurándole a Israel que a pesar de todo, el Eterno la recuerda con cariño, le reafirma su identidad de novia y esposa del Eterno, la primicia de su cosecha y trasmite la seguridad de que a pesar de todo, quien se levante para intentar aniquilarlos, recibirán el mal en si mismos ya que el Eterno en Persona se encargará de tomar venganza por Israel.


HaTsofen HaMaljutí:


Por su parte, el Código Real nos presenta la narración del comienzo de la vida del Ríbi, por medio de un tratado dedicado a un “amante del Eterno” (Teofilós) quien era Cohén Gadol (sumo sacerdote) en aquellos días. El nacimiento del Maestro HaKadosh es precedido por el nacimiento milagroso de Yojanán HaCohén quien vino a ser su precursor y anunciador oficial. Yojanán y Yehoshua son comisionados por el Eterno para cumplir la mayor y más extraordinaria misión nunca antes encomendada a hijo de hombre alguno: la segunda redención de Israel. Los levitas apartados y escogidos para cuidar del rebaño consagrado a los oficios divinos del Templo, son visitados por una hueste de ángeles quienes anuncian el nacimiento del Ríbi.


COMENTARIOS


Como es evidente de la lectura de la Torah, los Profetas y el Código Real, el denominador común es la manera cómo el Eterno usa vasijas preparadas de antemano para hacerlas depositarias de su plan de redención. Entre Moshé Rabenu, el primer redentor y Yehoshua Rabenu, el segundo y final redentor, una gran línea de nacimientos y personalidades elegidas y comisionadas divinamente forman parte del entretejido sagrado de la redención de nuestro pueblo y el mundo. Mantener a la vista esa unidad profética que corre escondida por los Escritos Sagrados es fundamental para comprenderlos apropiadamente. Ellos no son un fin en sí mismos, sino que tienen una meta, un propósito definido: el plan de redención concebido desde antes de la fundación del mundo en el corazón de nuestro Padre que está en los cielos. Apegarnos a ese plan y hacer nuestra parte en el tiempo de vida que nos es concedido, constituye nuestro más sagrado deber y nuestro más digno servicio. No hay obra más noble ni recompensa más gloriosa.


1:6 “Vayamát Yosef”, “Y murió Yosef”


Pregunta: ¿Por qué se menciona a Yosef primero que al resto de sus hermanos que en su mayoría tenían más años que él?


Respuesta: Según el Midrash2, una de las causas por las cuales el Tribunal Celestial puede decretar un acortamiento en los días de vida de una persona, se debe al orgullo espiritual, esto es, tener un mayor concepto de uno mismo que el que debe tenerse. Cuando la cordura y la humildad no adornan nuestra personalidad, corremos el riesgo de ser disminuidos en nuestros años aquí en la tierra. Yosef, al no saber controlar apropiadamente su alto llamado, dejó que la autosuficiencia y un peligroso sentido de superioridad se anidaran en su carácter y ello causó una disminución de los años de su vida, razón por la cual se menciona de primero entre los muertos de aquella generación.


Esto es lo que explica por qué nuestro Ríbi HaKadosh constantemente procura insuflar en el corazón de sus talmidim la imperiosa necesidad por un refinamiento del carácter entre cuyos adornos deben prevalecer la humildad y el servicio los unos a los otros. Rav Shaul tomará eco de tales enseñanzas y procurará que el mismo principio esté presente también en medio de los conversos:”Haya en vosotros la misma mentalidad que hubo en Mashiaj Yeshua”.


1:17 “Veló Asú… “Y no hicieron…


Pregunta: ¿Es permitido mentir y desobedecer civilmente para salvar la vida humana?


Respuesta: Cuando dos mandamientos están o se encuentran en tensión, el de mayor peso toma precedencia. Está prohibido mentir. Pero está prohibido asesinar. Por tanto, si para salvar una vida humana en peligro inminente hay que mentir y desobedecer a las autoridades civiles, está permitido, probado que la intención no es engañar ni Ríbilarse contra la autoridad, sino el temor y la sujeción al Eterno y la salvación de la vida del inocente. Ninguna autoridad terrenal, política o religiosa, tiene mayor autoridad que el Eterno. Por tanto, todo decreto de los hombres que son una afrenta al honor del Cielo y a Sus mandamientos, están sujetos a la prioridad de la Suprema Autoridad no a las delegadas que en ese caso, pueden ser desobedecidas. Al hacerlo, debemos estar dispuestos a sufrir por nuestros principios, si así fuera decretado. Hay cuatro casos en que un creyente debe estar dispuesto incluso a perder su vida, antes de claudicar:


Primero: Idolatría, esto es, postrarse delante de un ídolo y confesar: “Este es mi dios”.


Segundo: Asesinato. Como si alguien (jas beshalom) te dice: “Mata a esa persona, sino te matamos a ti”, sabiendo que esa persona no es culpable y por tanto estaríamos derramando sangre inocente.


Tercero: Inmoralidad sexual, específicamente: adulterio, fornicación, homosexualismo y bestialismo.


Cuarto: Negación de Yeshua como Mashiaj. En nuestro caso, avergonzarnos del Ríbi y al ser preguntados responder diciendo: “No sé de quién me habláis” o “No conozco a ese hombre” o “No tengo nada que ver con ese hombre”.


De no arrepentirnos de todo corazón de estos graves pecados, la persona es cortada de la comunidad y perdería su entrada al mundo por venir. Cada uno debe mirar su corazón y asegurarse de que está bien con Elohim.


2:2 Y vio que el niño era “Ki Tov”, esto es “bueno”. Pregunta: ¿Qué significa que el niño era “tov”, “bueno”?


Respuesta: Al usar la misma expresión que el escritor pone


en labios del Eterno en lo relacionado con la creación (“Y vio el Eterno que era TOV”) significa entonces que el bebé recién nacido cumplía el propósito por el cual fue concebido, es decir, que este bebé sería el redentor de Israel. De hecho, el Midrash nos recuerda dos cosas interesantes: Primero que el nacimiento de Moshé fue el resultado de una profecía dada por su hermana Miriam. Segundo: que cuando Moshé nació, una luz sobrenatural llenó la tienda donde su madre lo trajo al mundo. Tercero, que el niño era “bueno”, es decir, hermoso, saludable y apto para la obra que le sería comisionada. Algunos poskim han dicho que Moshé nació ya circuncidado y por tanto, su nacimiento fue visto como milagroso. Los que afirman que los nacimientos milagrosos es evidencia de religiones extrañas a la fe de nuestro pueblo, ignoran que todos los grandes caudillos y redentores de Israel tuvieron nacimientos milagrosos. Yitzjak nació milagrosamente, su madre Sará era estéril. Lo mismo pasó con Rivká, de donde surge Ya’akov avinu. Y Rajel la madre de Yosef y Binyamin, también era estéril. Samsón nació por un milagro del Eterno. Lo mismo sucede con Moshé Rabenu, pues según el Midrash, a no ser por el consejo y la profecía de Miriam en el sentido de que el decreto de su padre era peor que el de faraón pues al divorciarse de su madre, para no traer bebés al mundo que fueran luego lanzado al Nilo, cerraba la posibilidad, no solamente para que no nacieran varones, pero también hembras, en tanto que el decreto del faraón solamente afectaba a los varones. Al escuchar esto, Amram se casó de nuevo con Yojeved y el resto de los hijos de Israel siguieron su ejemplo. De esa reunión, nació Moshé que fue “Ki Tov”, apto para la obra de la redención que le sería confiada.


2:10 “Vatik’rá shemó Moshé” “Y lo llamó Moshé”


Pregunta: Si el nombre de un niño hebreo es dado el día de su brit milá, ¿cuál fue el nombre de Moshé entonces, tres meses antes de que se lo encontrara en el río la hija del faraón?


Respuesta: Según Ibn Ezra, el nombre que se le dio al primer redentor por su madre fue “Moshé”, y la hija del faraón lo llamó en realidad “Moniot” que es la forma egipcia de decir el hebreo “Moshé”, pues de haberlo llamado ella “sacado de las aguas” en pretérito, el nombre habría sido “Moshú” o “Moshti”, pero al llamarlo “Moshé” (él –fue- sacado) no solamente reveló su nombre hebreo, sino que, sin saberlo, profetizó que se había encontrado con quien “sacaría fuera” de Egipto al pueblo hebreo.


2:13, 14 “Shení anashim ivrim” “Dos hombres hebreos…”


Pregunta: ¿Quiénes eran estos dos varones hebreos, hermanos de un mismo padre?


Respuesta: El Talmud3 los identifica como Datán y Avirám, los mismos dos que luego se Ríbilarán contra Moshé Rabenu como aparece documentado en Bemidbar 16:1. Al mencionarse Datán primero que Avirám, significa que fue Datán el que estaba iniciando la pelea y causando el problema. Lo mismo sucederá luego cuando se levanten contra Moshé. Por el solo hecho de levantar su mano contra su hermano, Datán es considerado un malvado. Este es el lenguaje de Rashi. De haber aceptado la amonestación de Moshé y reprimido a sí mismo, habría ganado una gran batalla y no habría formado parte del grupo que fue luego tragado por la misma tierra al punto de descender vivos al Sheol.


2:16 “Ulkohen Midiam…” “Y el Kohen de Midiám…”


La palabra “Kohen” describe dos oficios en la Toráh. Primero, el de jefe o ministro más importante de una región o jurisdicción. Segundo, un sacerdote. Según las memorias de nuestro pueblo, Yitró, el suegro de Moshé era un idólatra y presentaba servicios religiosos a sus ídolos. Pero luego, en un esfuerzo por encontrarse con el verdadero Eloha y tal vez por la influencia misma de Moshé, abandonó sus ídolos y vino a ser un converso sincero de su nación. Debido a esto, los madianitas no le aceptaron más como jefe y sacerdote y él continúo por su cuenta su búsqueda del Eterno. Más tarde hará su conversión oficial junto a Moshé y su hermano Aharón, pero declinará la oferta de unirse finalmente a la comunidad de Israel con tal de alcanzar a los madianitas para el monoteísmo hebreo. Yitró es conocido por siete nombres diferentes: Primero: Yitró. Segundo: Reuel. Tercero: Jiter. Cuarto: Keni. Quinto: Hobab. Sexto: Heber. Séptimo: Putiel.


Los hijos de David son vistos también como “cohanim” como aparece documentado en Samuel Bet 8:18 pero que se traduce casi siempre como “príncipes” o “dirigentes” haciendo uso de una de las acepciones del término.




2:19 “Ish Mitzrí…” “Un varón egipcio”




Moshé no lucía hebreo, sino egipcio. Vestía como un egipcio, hablaba egipcio (también hebreo) y se comportaba como un varón de la clase acta de Egipto. Las hijas de Yitró lo identificaron por su apariencia externa y lo llamaron “un varón egipcio”. Y Moshé guardó silencio sobre su identidad. Prefirió que lo relacionaran con un mitzrí no con un “ivrí”.




Sin embargo, cuando su antepasado Yosef estaba en la cárcel, no negó su origen hebreo ni su tierra hebrea: “Fui hurtado de la tierra de los hebreos” (Breshit 40:15) confesó. Esto demuestra el grado de asimilación que se vivía luego de algunas generaciones posteriores a los gigantes patriarcas. Y por haber negado su identidad y relación con la tierra de la promesa, entre otras cosas, le costó a Moshé privarse de entrar a ella. ¡Ni siquiera sus huesos fueron sembrados allí! Según el Midrash4, Moshé protestó que los restos de Yosef fueron enterrados en Eretz Yisrael pero no los suyos. Y dijo: “¿Serán los huesos de Yosef sepultados en la tierra prometida y no los míos?”. Y el Bendito respondió: “El que tuvo en honor su tierra de procedencia, será enterrado en ella. Pero el que no, no”. Esto es una referencia al hecho de que Moshé aceptó que era un egipcio y no corrió a la casa de Yitró.


¿Fue el Eterno, quien es Bendito demasiado estricto con Moshé? No, si juzgamos el nivel de responsabilidad que le fue entregado. Mientras mayor es la responsabilidad mayor exigencia y mayor disciplina será requerida.




3:1-4:17 El llamamiento y misión dadas a Moshé Rabenu




Según Rashí, el Eterno no se reveló a Moshé en un cedro o en una palmera, sino en una zarza llena de espinas, para demostrarle al primer redentor que entendía el dolor y el sufrimiento que estaban causándole a los hijos de Israel. El salmista dirá luego: “Con él estaré Yo en la angustia”. (Sal. 91:15). Cuando el mal’aj del Eterno se materializa en medio de una zarza, sin duda estaba enviando un mensaje vívido a Moshé: “Conozco el dolor de las espinas que están siendo clavadas sobre mi pueblo”. Lo mismo es cierto hasta nuestros días. El Eterno conoce nuestras angustias y en medio de ella nos revela Su presencia a fin de traer gozo y




esperanza, fortaleza y consolación mientras la hora de la redención se aproxima.


Por otro lado, mientras los hijos de Israel clamaban en Egipto y pareciera que el Eterno permanecía indiferente a sus angustias, el Eterno, en secreto y oculto a sus ojos, estaba preparando al hombre que serviría de intermediario y vasija apropiada para responderle Sus legítimos ruegos. Lo mismo es cierto hoy. Gritas y gimes, clamas y suplicas, y pareciera que el Eterno te hubiese dado las espaldas y no le interesara tu angustia. No lo creas, en algún otro lugar él está preparando tu sanidad, liberación y exaltación. Confía y espera que pronto verás Su luz.


Que una zarza arda en medio del desierto, es normal. Lo que no es normal es que arda sin consumirse. Y esto fue lo que atrajo la atención de Moshé.




3:4 “Y viendo Y-H-W-H que iba a mirar… lo llamó Elohim desde dentro de la zarza…”




Pregunta: Previamente se había dicho que era un “ángel” (3:2) pero ahora se dice que es el Eterno y luego, Elohim.


¿Cómo lo entendemos?


Respuesta: El ángel del Eterno cuando es enviado a una misión, recibe permiso para usar el Nombre Sagrado y los títulos divinos necesarios para cumplir con las exigencias de la misión encomendada. Al hacerlo así, puede ser llamado por el Nombre aun cuando no lo es en realidad.


El principio de “agencia divina” es fundamental para comprender estos pasukim y otros de las Escrituras. Por tanto, no porque se mencione el NOMBRE es la revelación de la realidad esencial de Su Persona, sino que casi siempre, es Su representante. Por no tener en cuenta este principio, se pueden cometer graves errores teológicos, atribuyendo a la criatura la dignidad de la esencialidad del Creador, quien es Bendito. Por otro lado, Elohim no es nombre propio, desde el punto de vista gramatical hebreo. Mas bien indica una función u oficio, casi siempre relacionado con la idea de autoridad y dominio.




El Eterno, bendito Sea, se revela en las Escrituras de muchas formas y con muchos nombres diferentes. Cada una de esas revelaciones refleja un particular atributo del Eterno, si es que podemos hablar así para intentar comprenderlo. El Nombre Sagrado, conocido en muchos círculos académicos como el Tetragramatón (Las cuatro fonéticas o letras sagradas) y que no se pronuncian por no saber exactamente cómo hacerlo, nos habla del atributo de gracia, bondad y misericordia del Eterno. Mientras que “Elohim” revela su atributo de estricta justicia.


Moshé replica: “Y cuando los hijos de Israel me pregunten: ¿Cuál es Su Nombre, qué les responderé? Y Elohim dijo a Moshé: “Ehyé asher Ehyeh” (Seré el que seré)”.




Esto demanda una clarificación porque si los hijos de Israel “no conocían” el Nombre del Eloha de Israel, entonces no tenía sentido que Moshé les dijera el Nombre toda vez que sería irrelevante pues no estarían en condiciones de conocer si en verdad esa era el Nombre. Y si lo sabían, preguntar por el Nombre tampoco tendría mucho sentido, toda vez que tanto Moshé como ellos lo conocían. Consecuentemente lo que Moshé está diciendo al Eterno es que le revele sobre la base de qué atributo divino hará lo que ha prometido hacer a favor de los hijos de Israel. La respuesta del Eterno es: Sobre la base de mi bondad y misericordia. “Seré el que seré” significa entonces: “Yo estaré con ellos y en medio de ellos durante sus tiempos de tribulación y dolor”.




Salomón lo dirá luego de forma poética al decir: “Mi cabeza esta llena de rocío”, lo cual es una alusión a la Presencia Divina en el exilio, confirmando la promesa dada a nuestros padres. Consecuentemente, la redención no será ejecutada sobre nuestra justicia propia, ni siquiera nuestros méritos, sino por el honor y confiabilidad de la bondad del Eterno como fue revelada en las promesas hechas a los padres.




3:5 “Quita el calzado de tus pies”




Todo el que ha andado en el desierto, ya sea del tipo A (sin nada de presencia vegetal) o de tipo B (con alguna




manifestación de vida vegetal como un yermo por ejemplo, como es el caso aquí) conoce de la necesidad de tener bien cubierta la cabeza y en algunos casos, hasta el rostro y por supuesto, tener buen calzado en los pies. El hecho de que el mal’aj pide a Moshé que quite los últimos y deje los primeros, significa que es permitido estar en la Presencia Divina con la cabeza cubierta y que presentarse descubierto ante el Eterno, está prohibido para un yehudí. Donde quiera que la Presencia Física del Eterno por medio de un mal’aj u otra forma escogida por la Sabiduría Divina se materializa, debe saber el hombre que está parándose en un lugar sagrado y consecuentemente las medidas deben ser tomadas para su reconocimiento con temor y miedo reverentes.




3:6 “Anojí Elohai Avija” “Yo soy el Eloha de tus padres…”




Aquí el mal’aj (ángel) asume temporalmente la identidad del Eloha de los patriarcas, no porque en verdad lo fuese, sino porque lo representa oficialmente. Este principio de agencia divina, de la que ya hemos hablado antes, establece que la personalidad del Eterno, por así decirlo, se extiende sobre la personalidad del enviado y es como si el Enviador mismo estuviese presente, pero en el oficio, no en la esencia. Al llevar el Nombre del Eterno en sí mismo y hablar como si fuera el Eterno, significa que “Elohim y el mal’aj” son una ejad perfecta y consecuentemente la Personalidad Divina absorbe la angelical y lo hace hablar y actuar como si fuera el Eterno mismo. El Maestro dirá después, siguiendo el mismo pensamiento hebreo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” y “Yo y el Padre somos una ejad” (Somos uno). Consecuentemente Yeshua es una extensión por oficio y agencia divina, del Padre. A él y solamente a él de los nacidos de mujer, se le ha dado el honor de llevar el Nombre Sagrado y representarlo de forma plenipotenciaria. “Toda autoridad me ha sido dada”.




3:18, 4:1 “Ellos oirán tu voz… ellos no me creerán”




Las primeras palabras pertenecen al Eterno. Las segundas a Moshé. En la primera el Eterno afirma que el pueblo hebreo escuchará. En la segunda, Moshé afirma que no le creerán.


Pregunta: ¿Por qué Moshé no le cree al Eterno quien le ha dicho que los hijos de Israel le escucharán? ¿No es esto lashón hará contra el pueblo hebreo?


Respuesta: No es lashón hará, como veremos. Pero una de las evidencias de la inerrancia bíblica es el hecho que no oculta los errores y debilidades de sus principales personajes. Aun el más grande de los profetas, cometió faltas y transgresiones. Las Escrituras no lo intentan presentar perfectos o sin errores, sino tal y como fueron. Sin embargo, tuvieron un denominador común: a pesar de sus errores, ellos corrigieron sus vidas y procuraron elevarla al punto más alto de espiritualidad posible. Y esto es un ejemplo para todos nosotros. En efecto, el Eterno, por medio del mal’aj, le ha asegurado a Moshé que el pueblo hebreo “oirá su voz” y creerán que Moshé ha sido enviado por él para redimirlos. Pero Moshé no está tan seguro como Eloha. Tiene sus dudas. Y es honesto con el Eterno. Sin embargo, debemos notar que Moshé no duda que sus hermanos escucharán su voz, sino que tal vez no la obedezcan y esa era su gran preocupación. Pero aun así, no se expresó bien del pueblo y esto será un asunto sobre el cual todos debemos reflexionar y perfeccionarnos.




Pregunta: ¿Por qué Moshé tiene dudas acerca de si le escucharán obedeciéndole?


Respuesta: Porque la revelación de la zarza ardiente no fue verificada por testigos, sino solamente por Moshé. ¿Cómo podrá entonces el pueblo creer que en efecto el Eterno se le apareció, lo llamó y comisionó para tan extraordinaria y casi imposible tarea de la redención de Egipto? Desde entonces, en el Judaísmo, toda revelación privada tiene que ser confirmada con evidencias que demuestren, más allá de toda duda razonable, que efectivamente Eloha se le ha aparecido y comisionado para la tarea. Este hecho es palpable en la vida de nuestro Maestro HaKadosh, como está documentado en nuestros libros. Leemos lo siguiente5: “Sabemos que Eloha le ha hablado a Moshé, pero a éste (refiriéndose a Yeshua) no sabemos…” Y también está documentado: “Muchos creyeron en él y decían: El Mashiaj, cuando venga, ¿presentará más evidencias (señales) que éste?”. Y además fue escrito: “Y muchos creyeron en él, viendo las señales que hacía”.




Un juez dijo del Maestro: “Nadie puede hacer estas señales que tú haces, si Eloha no está con él”.


El Judaísmo es la única religión que puede demostrar científicamente que ha sido revelación del cielo, porque Eloha mismo se manifestó delante de todo el pueblo al pie del monte Sinaí, como estudiaremos. Las demás religiones reclaman revelaciones que nadie puede demostrar porque fueron privadas y personales. ¿Qué seguridad tenemos de que mañana no ocurra otra revelación más, posiblemente diferente y contraria a la primera? Pero la religión de Israel, hablando en términos humanos, fue establecida delante de miles y miles de personas y todas vieron, oyeron, experimentaron y se convencieron de que Eloha había hablado, les había escogido, había hecho un pacto con ellos y que Moshé fue seleccionado para recibir la totalidad de la revelación y pasarla luego al pueblo. Solamente después que todos estaban convencidos de que Moshé había sido elegido para dar la Toráh al pueblo, el Eterno lo invita para que suba solo al monte y reciba las tablas de la ley.


Y esta era la gran preocupación de Moshé. Por tanto, a fin de que el pueblo crea que en efecto el Eterno le había hablado y comisionado para la tarea de la primera redención, señales precisas tienen que ser dadas toda vez que este encuentro en el desierto fue privado y personal sin que hubieran testigos para demostrar su autenticidad.


Lo mismo será establecido luego para los profetas. Como el profeta es alguien a quien viene la Palabra de Eloha, de forma privada, la mayoría de las veces, ¿cómo podemos estar seguros de que es un profeta verdadero? En esos casos, la propia Toráh establece la forma como podremos saber que es un vidente confiable: las señales dadas por el profeta que deben cumplirse para demostrar que es en verdad un profeta enviado del Cielo, como está escrito6: “Y si dijeres en tu corazón: ¿Cómo sabremos la palabra que el Eterno nos ha hablado? Si el profeta hablare en Nombre del Eterno, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que el Eterno no ha hablado; con presunción habló el tal profeta; no tengas temor de él”.




Sin embargo, existe la posibilidad de que una persona haga señales provenientes de una fuente perversa y maligna. Por ejemplo, los hechiceros egipcios hicieron señales también pero no provenientes de Elohim. ¿Cómo sabemos distinguir entonces entre una señal de un auténtico profeta y de un falso profeta? Esta posibilidad es real, por tanto, la Toráh nos da la respuesta: Si el profeta que haga señales anunciado cosas que en efecto se cumplen, pero tiene la intención de desviarte del temor y servicio del Uno y Único Eloha verdadero y apartarte de Su Toráh y Sus preceptos, arrastrándote al temor y servicio de otros dioses, entonces es evidente que tal persona es un falso profeta, que es el sentido de lo que fue escrito7. En este caso, el Eterno lo permite como un nisayón, como una “prueba” para saber si en verdad amamos al Eterno con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma. Probado que este es un falso profeta, es decir, que usó de fuentes perversas para hacer señales y prodigios con la intención de apartar al pueblo de Israel de el Eterno y Su Toráh, no solamente debemos rechazar tal profeta, sino incluso, los tribunales están en la obligación de llevarlo a juicio y probada su maldad, condenarlo a la pena máxima.




En el caso de nuestro Ríbi, debemos entender que su llamamiento y elección, como con Moshé y el resto de los profetas, fue privado, sin bien es cierto que en varias ocasiones un bat kol (voz celestial) fue escuchada a su favor delante de muchos testigos, no lo fue ante todo el pueblo de Israel. Consecuentemente, como Moshé, Rabenu Yehoshua deberá presentar las evidencias que demuestren, más allá de toda duda razonable, que en efecto el Eterno le escogió, apartó, equipó y comisionó para la gran obra de la redención final.


Y esto fue, precisamente lo que hizo durante toda su vida: presentar las evidencias que ningún otro había hecho previamente, al extremo que un miembro de la Corte Suprema de Justicia tuvo que admitir: “Sabemos que has venido de Eloha, porque nadie hace estas señales que tú haces, si Eloha no está con él”, como ya estudiamos.


La gran pregunta no es entonces acerca de si Rabenu Yeshua presentó dichas señales, sino cuál fue el propósito por el cual lo hizo. Esto dijo el Ríbi en su vida:




“Al Eterno tu Eloha temerás y solo a él servirás”. “Tened fe en Eloha”.


“El que violare un solo mandamiento de la Toráh, aun el más pequeño de todos, muy pequeño será llamado en el Maljut HaShamayim”.


“Volveos a Eloha de todo vuestro corazón, pues de lo contrario, todos pereceréis”.


“El que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me envió, al Padre”.


“Yo no busco mi propio honor, sino el del Padre”. “Alabanza de los hombres no recibo”.


“Yo no he venido a buscar mi propia gloria, sino la del Padre, el que me envió”.


“No me llames bueno, hay uno solo Bueno, el Padre. Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”.


“Todo lo que Moshé ha dicho, guardadlo y hacedlo”.




Creo que es suficiente para demostrar que los poderes y milagros, los prodigios y señales que hizo el Ríbi no tenían otra misión que traer a sus contemporáneos, en una de la época más oscuras de nuestra nación, de vuelta a HaShem y a Su Toráh. Y no solamente eso, sino que encargó a sus discípulos ir por todas las naciones y buscar las ovejas perdidas de Israel para regresarlas al camino de la Toráh. Y además, comisionó a otros discípulos para ir a las naciones a fin de predicar a los no judíos y enseñarles el camino correcto de la luz para su salvación y redención. Por lo tanto, Yeshua probó ser un profeta verdadero. Y es ley en Israel que cuando estamos en presencia de un profeta verdadero, le demos respeto y obediencia, porque sus palabras tienen la misma fuerza y autoridad como si fuesen dichas por el Eterno mismo, fundamentados en el principio de agencia divina que ya hemos explicado.


No obstante, las palabras de nuestro Ríbi fueron malentendidas por algunos, torcidas por otros y pervertidas por terceros para crear una religión distinta a la de nuestro pueblo y apartar a nuestro pueblo del camino de la Toráh. Esta es la obra del anti-mesías, y consecuentemente debemos estar alertas para no confundir el trigo con la cizaña.


Debido a ello, un gran sabio de Israel, nacido en la cuna de la perversión y corrupción de las enseñanzas y doctrinas de nuestro Ríbi y erróneamente tomándola como auténtica, habló palabras contrarias al honor y dignidad del más grande hijo de Israel. Como fue hecho en ignorancia, sabemos que el Eterno tendrá misericordia y no le imputará su falta, pero las consecuencias podrían ser desastrosas, ni no hacemos la diferencia entre lo auténtico y su imitación, entre la verdad y la falsedad, entre el trigo y la cizaña. Incluyo aquí mis comentarios para clarificar estos puntos críticos y fundamentales que nos presenta hoy nuestra parashah.




Maimonides (Fundamentos de la Torah, Cap. 8) dijo:


“Los judíos no creyeron en Moisés nuestro maestro, por razón de los milagros que realizó. Cuando la creencia de una




persona está fundamentada en la presencia visible de milagros, en realidad tiene dudas escondidas en su mente por cuando es posible que los milagros sean realizados por medio de la magia o la hechicería. Todos los milagros hechos por Moisés en el desierto, lo fueron por causa de la necesidad (del pueblo) no como evidencia de su profecía.


¿Cuál es el fundamento de nuestra fe (judía)? La Revelación en Monte Sinaí, la cual vimos con nuestros propios ojos y escuchamos con nuestros propios oídos, no dependiendo del testimonio de terceros, como está escrito: “Cara a cara habló Dios contigo” y también se declara: “Dios no hizo este pacto con nuestros padres, sino con nosotros… los que estamos vivos aquí. (Deut. 5:3)




Analicemos por ahora, solamente la primera frase:


“Los judíos no creyeron en Moisés nuestro maestro, por razón de los milagros que realizó”.


¿Resisten la evidencia bíblica? Absolutamente no, si vamos a las Escrituras, no a Aristóteles. Cuando el Eterno se le aparece a Moshé Rabenu y le encomienda la misión de la primera redención, las Escrituras Sagradas nos informan que al principio, Moshé rechazó la oferta. Entonces el Eterno, por medio de Su ángel, describe en términos generales lo que desea que Moshé haga. Entonces Moshé responde:


“¿Y si ellos no me creyeren y no me escucharen porque dijeren: “no se te apareció el Eterno?” (Shemot –Éxodo- 4:1)


Aquí Moshé presenta su gran primer argumento: “Los hijos de Israel no creerán que el Eterno se me ha revelado, porque tal revelación es privada, nadie la ha visto, nadie la puede verificar, y consecuentemente, me rechazarán”, es decir, no podré cumplir la misión que me entregas por causa de su desconfianza en mí como Tu enviado”.




¿Cómo resolvió el Eterno el problema? Por medio de tres señales que le entrega a Moshé para que cuando los hijos de Israel vean esas tres señales milagrosas, crean en Moisés nuestro Maestro. Como es obvio, esto es exactamente lo contrario a la declaración de Maimonides.


Recordad que Maimonides dice que los judíos no creyeron en Moisés “por razón de los milagros que realizó”. Pero la Torá dice lo contrario, que el Eterno le dio tres señales a Moshé Rabenu, precisamente con el propósito de que le creyeran ante la evidencia presentada por medio de las señales milagrosas.


Miremos las Escrituras: “Y le dijo el Eterno: ¿Qué hay en tu mano? Y contestó: “Una vara” Y dijo Dios: “Arrójala al suelo”. Y la arrojó al suelo y se transformó en serpiente, ante la cual Moshé salió corriendo. Entonces le dijo el Eterno: “Extiende tu mano y tómala por la cola”. Y extendió su mano y tomó la serpiente por la cola, que volvió entonces a transformarse en vara” (Shemot 4:2- 4). Este es el primer milagro que Moshé recibe para que lo pueda presentar ante los hijos de Israel como evidencia de que el Eterno le había enviado y que tenía palabras de vida para el pueblo. En efecto, le dice el Eterno: “Es para que crean que se te apareció el Eterno, Dios de sus padres, Dios de Avraham, Dios de Isaac y Dios de Yaakov”. (Shemot 4:5) Seguidamente el Eterno le da otra señal milagrosa: la mano leprosa que es sanada (Shemot 4:6-7) ¿Cuál es el propósito de este segundo milagro? Dice la Toráh: “Si no te escucharen ni te creyeren con la primera señal, te creerán con la segunda” (Shemot 4:8)




¿Qué pasaría si aun con estas dos señales milagrosas todavía no le creían? El Eterno le ofrece un tercer milagro, un tercer “ot” (señal milagrosa). Dice la Torah: “Mas si no te creyeren con ninguna de las dos, tomarás agua del río (Nilo) y la verterás sobre tierra seca y se convertirá en sangre” (Shemot 4:9)


Así pues, la Torah nos dice que fue Dios mismo quien le entregó a Moisés tres milagros para que al presentarlos ante los hijos de Israel, éstos le creyeran y siguieran sus instrucciones para causar la primera redención.


Finalmente cuando Moshé decide ir, se reúne con su hermano Aharón y juntos convocan a los ancianos de Israel en Egipto. Y Aharón contó en presencia de todos ellos, todas las palabras que el Eterno le había dicho a Moisés. Entonces Moisés presentó los milagros que el Eterno le había autorizado realizar en presencia de nuestros líderes en Egipto.




¿Qué sucedió? Dice la Toráh: “Y les dijo Aarón todas las palabras que el Eterno le había dicho a Moisés e hizo (Moisés) las señales ante los ojos del pueblo”. (Shemot 4:30) ¿Cuál fue la reacción del pueblo ante esas señales? Dice la Toráh: “Y creyó el pueblo, que tomó conocimiento de la visita del Eterno a los hijos de Israel…” (Shemot 4:31).


En otras palabras, Dios tenía la razón. Al presentar las evidencias del llamado y misión recibidos, no solamente por medio de sus palabras, sino por los tres milagros que la sustentaron, los ancianos de Israel creyeron a Moisés y siguieron sus instrucciones. Finalmente, cuando el milagro del cruce del Mar de Suf tuvo lugar, se afirma que el pueblo de Israel: “Temió al Eterno y creyeron en El y (creyeron también) en Moisés su siervo”. (Shemot 14:31). De manera que en todo lo relacionado con la primera redención, los milagros no solamente sirvieron para resolver problemas que los hijos de Israel no podrían haber resuelto por sí mismos, sino además, para presentar las evidencias, más allá de toda duda, de que Moshé Rabenu era un profeta verdadero, un profeta confiable cuya voz debía ser obedecida por los hijos de Israel.




Todo esto tuvo lugar, antes de Sinaí, cuando la revelación dada a Moshé Rabenu fue privada, sin que hubiese nadie para testificarla como lo fue el incidente de la zarza ardiente en el desierto.


Aquellos milagros ocurridos no fueron mediante la magia o la hechicería, jas beshalom, sino como recurso del Dedo de Dios para demostrarle al pueblo de Israel la veracidad y confiabilidad del profeta que el Eterno, bendito Sea, nos estaba enviando para usarlo como instrumento de Su promesa de redención.


Cuando Maimonides afirma entonces, que: “Los judíos no creyeron en Moisés nuestro maestro, por razón de los milagros que realizó”, contradice plenamente el testimonio de las Escrituras.


Y como ningún Maestro, Sabio, Rabino, Jajam, Sicólogo o Doctor en Medicina, antiguo o moderno, (o cualquiera otra persona con cualquier otro título que queramos añadir) está por encima del testimonio de las Escrituras, la declaración de Maimonides es totalmente falsa, tiene propósitos evidentemente tendenciosos y no debe ser recibida por ningún yehudí que tiene temor del Eterno en su corazón y respeto por nuestra sagrada Toráh.


En muchas cosas Maimonides habló en interpretó bien las Escrituras, pero aquí, con todo el respeto que nos merece, cometió uno de los más graves errores de toda su vida. Como yehudim, nos es impuesta la obligación de seguir el testimonio de Dios primero que el de los hombres y aceptar, como nuestros padres en Egipto, que Moshé es confiable, que su profecía es confiable y que podemos depender de sus palabras, porque fueron respaldadas por tres grandes milagros en presencia de todo nuestro pueblo Israel.




De no ser por estos tres milagros, nuestros padres nunca habrían aceptado su testimonio, ni su misión ni su liderazgo. Por lo tanto, esos milagros son claves para que todo aquel que reclame ser escogido por el Eterno para nuestra redención, presente las evidencias de que efectivamente, el Eterno nos lo ha enviado.


Una noche, un juez de Israel le dijo a un colega, en Yerushaláim: “Sabemos que haz venido de Dios… porque nadie puede hacer esas señales que tú haces, si Dios no está con él”.


Esta ha sido siempre la actitud del verdadero yehudí. Mirar las evidencias para aceptar o no que la persona es un enviado del Eterno para nuestra redención. Decir lo contrario, como sugiere Maimonides, es destruir la base misma de nuestro código seguro y confiable para saber si estamos o no frente a un probado profeta. Y no seguir las instrucciones y orientaciones de un probado profeta, es una clara violación de la Toráh.


Como el primer redentor, será el segundo. El primer redentor, Moshé Rabenu, fue un varón sencillo, humilde y vestido del atributo de la modestia. Lo mismo el segundo: “Aprended de mí (imitad mi conducta) que soy manso y humilde de corazón” decía a sus discípulos íntimamente.


Yeshua se comparó con un buen pastor que da su vida por las ovejas. Esto sin duda es una reflexión del carácter del primer redentor.




Nos dice el Midrash que en una ocasión Moshé Rabenu, mientras pastoreaba las ovejas de su suegro, vio que un corderito de pronto, se apartó del rebano. Todo pastor sabe el peligro que corre un cordero separado del rebaño. Moshé, el pastor de la primera redención dejó el resto y salió tras el descarriado hasta encontrarlo y tomándolo en sus brazos, lo condujo de vuelta al redil.


El segundo redentor nos dirá en su enseñanza: “¿Qué hombre hay de vosotros que teniendo cien ovejas si pierde una, no deja las 99 en el aprisco y va por la que se perdió hasta encontrarla? Y si finalmente la hallare, de cierto os digo que se regocijará más por ella que por las 99 que no se le fueron por caminos extraños”


Gracias al Eterno por el primer redentor. Y gracias al Eterno por el segundo. Consecuentemente, al final de la historia, el canto de Moshé y el canto del cordero serán conocidos y entonados por los redimidos de Israel y de toda nación y lengua.




En medio de las convulsiones espirituales que sacuden el mundo, permanezcamos firmes en la Toráh, creyéndole a Moshé el primer redentor, y siguiendo las instrucciones y enseñanzas de nuestro Ríbi, el segundo redentor. Si esto hacemos y según aplique a cada uno, los resultados serán simplemente extraordinarios y atraeremos la redención final a nuestra generación. Por esto debemos trabajar unidos, y más ahora cuando se acerca la hora póstuma de la historia.




4:27-6:1 El Encuentro Inicial


Esta sección que cierra nuestra parasháh, nos narra el encuentro inicial de Moshé Rabenu y su hermano Aarón con el monarca de Egipto.




Pregunta: Si en 3:18 el Eterno instruye a Moshé de ir ante el faraón acompañado de los ancianos de Israel (“Tú con los ancianos de Israel ante el rey de Egipto:”) ¿por qué fueron solamente Moshé y Aharón su hermano?


Respuesta: Moshé está conciente del rol de los líderes en la redención, por ello los reunió a su llegada a Egipto (4:29) sin embargo, debemos entender que tanto el pueblo hebreo como sus líderes eran esclavos, habían sido sometidos a un proceso de degradación humana impresionante y el temor de la presencia del faraón era un factor serio a considerar en este proceso. Ciertamente en un principio, fueron con Moshé y Aharón, pero luego, al acercarse más y más al palacio real, el miedo fue tan grande que fueron quedándose atrás y finalmente no les fue permitido entrar por su propia cuenta, pues solamente Moshé tuvo la osadía y el valor de ir delante, pues conocía muy bien el protocolo que impera en Egipto para estos casos, toda vez que él mismo se crió en el palacio del faraón. Debido a esto, cuando el Eterno llama a Moshé a subir al monte Sinaí, los ancianos no fueron llamados, para que hicieran expiación por el pecado de no haber acompañado a Moshé en su primer encuentro con el monarca egipcio. Aquí se cumple el principio de “MKM” esto es, “medida por medida” por lo cual una porción similar se aplica en casos de violación para expiar la falta del violador.




Dijo el Maestro: “El que me negare delante de esta generación adúltera y violadora de la Toráh, el Hijo del Hombre, le negará delante de Su Padre y sus mal’ajim”. El mismo principio el mismo objetivo.


Desde entonces es ley en Israel que “quien tema y se intimide, que regrese a casa”. Un liderazgo lleno de temor y miedo ante el opositor, no es apto para la redención. “No temáis manada pequeña” nos dice el Ríbi. No estamos exentos del temor, pero debemos superar el temor por nuestra confianza en el Eterno que estará con nosotros y nos dará finalmente la victoria. Debemos entender que cuando enfrentamos al opositor en cada generación, no lo hacemos en nuestro nombre ni en nuestras fuerzas, sino que vamos representando el Poder y Autoridad supremos y esto debe fortalecer nuestras manos y afirmar nuestros corazones.




5:3 “Permite, te rogamos, que vayamos camino de tres días… nos sea que nos hiera con peste o con espada”


Los hijos de Israel debemos tratar las autoridades seculares con dignidad y respeto. “Dad al César lo que le pertenece” decía nuestro Ríbi. Aquí Moshé nos da el ejemplo. En realidad, quien sería golpeado con la peste y con la espada sería el faraón, pero Moshé trata por todos los medios de no ofenderlo innecesariamente. El mismo principio saldrá luego de la boca de nuestros maestros: “Sométanse a las autoridades…” “Honrad al rey”. “Pagad los tributos”. “No debáis a nadie nada, al que respeto, respeto”. Haciendo esto seguiremos el ejemplo que nos deja aquí el primer redentor que es confirmado luego por el segundo redentor. Ambos, Moshé y Yehoshua deben siempre andar de la mano en nuestra jornada final de redención.




5:22,23 La gran preocupación de Moshé. “¿Por qué me has enviado?”


Moshé pensó que ante la primera oposición del faraón, el Eterno, Bendito Sea, inmediatamente castigaría a Egipto y al faraón y que la redención sería inminente. Maimonides, con quien nos encontramos previamente, explica correctamente el pensamiento de Moshé: “Desde que el tiempo de la redención no ha llegado, ¿no será mejor esperar hasta que las cosas estén listas y entonces me envías de nuevo a su presencia?” ¡Cuántas veces queremos que el Eterno actúe inmediatamente! Pero debemos conocer que “Sus caminos no son nuestros caminos, ni Sus pensamientos nuestros pensamientos”. Sea suficiente para el hombre esperar callado en la salvación del Eterno, porque “no toca a vosotros saber el tiempo profético que el Padre ha puesto en Su sola potestad”.


Por otro lado, Moshé consideró el rechazo del faraón a la orden divina como una terrible desgracia. Sabía las consecuencias de hacer burla pública del Nombre del Eloha de Israel y estaba preocupado por ser el instrumento que causó que el faraón hiciera Jilul HaShem, y por tanto, si el Eterno hubiese enviado a otro mensajero, tal vez habría hecho un mejor trabajo y convencido al faraón para evitar la tragedia que sabía se avecinaba.




Por tanto, ¿Por qué me has enviado a mí? ¿No sería mejor escoger a otro que haga un mejor trabajo?


Esto revela la gran humildad de Moshé Rabenu, asunto que ya hemos mencionado previamente. Un líder que no sea humilde, nunca podrá conducir al rebano del Eterno por el camino de la redención. Debemos entender que siempre nuestra competencia y capacidad deben venir de Arriba, del Padre de las luces, sin Su ayuda y asistencia, nuestras manos serán incapaces de participar efectivamente en una obra tan extraordinaria. Ayúdenos el Cielo a todos.



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