Esta semana estudiamos la parasha Ree, que traduce como: "Mira", y dice el versículo: "mira que hoy pongo delante de ti la bendición y la maldición.
La parashá de esta semana lleva por título “Re’eh” cuya traducción normalmente es “mira” o más precisamente, “escudriña con todas las fuerzas de tu alma” acerca de lo que está siendo colocado delante de todo el pueblo de Israel, esto es, el camino de la vida o el camino de la muerte. Moshé está revelando al pueblo de Israel el don de la libertad de la conciencia humana con la cual hemos sido investidos por el Boré Olam (el Creador). Esta gracia divina es absoluta y desde un principio ha sido garantizada a todo ser humano. Delante de nosotros está el Camino de la Vida y el Camino de la Muerte. La vida será entonces el resultado de nuestra elección por la obediencia. Di-os nos permite ser libres para elegir, pero también nos hace responsables de las consecuencias de nuestra elección.
La parashá también introduce el mandamiento de construir un Templo para morada del Altísimo en medio de los hijos de Israel. Allí y solamente allí, podrán los hijos de Israel traer sus ofrendas al Creador. En cualquier otro lugar se podrán sacrificar animales para el consumo diario (siempre que el propósito no sea un sacrificio a Eloha) y para evitar caer en el error, se recuerda que la sangre de dichos animales debe ser vertida en tierra, no está permitido comerla en ninguna forma. En este discurso, Moshé instruye al pueblo acerca de las leyes de los profetas, específicamente cómo reconocerlo y qué hacer ante un falso profeta, así como cualquier otro que incite a un hijo o hija de Israel a la idolatría. Con la mira de establecer la importancia de este asunto, las marcas de un verdadero profeta son las siguientes;
Di-os mismo lo ha llamado de forma especial para servirle como profeta.
Di-os entrega al profeta ciertas habilidades para explicar la Toráh que todo el mundo reconoce.
Di-os le permite al profeta realizar señales y milagros que se cumplen en el tiempo apropiado anunciado por la profecía.
El profeta nunca habla por sí mismo, sino solamente lo que Di-os le ordena y así lo hace saber al pueblo. “Mis palabras no son mías, sino del que me envió”.
El profeta verdadero no toma para sí crédito por su profecía, siempre le da todo el crédito a Di-s que lo envió.
El profeta verdadero nunca dirá nada ni enseñará nada que vaya en contra de la Toráh, especialmente insinuando que la Toráh ha pasado, ha caducado y que ha sido sustituida por otra Torah, etc.
El profeta verdadero nunca insinuará ni permitirá que el pueblo se desvíe hacia la adoración y servicio a otra divinidad que no sea el Di-os de Israel, nuestro único Di-os verdadero.
El profeta verdadero mantendrá una vida de santidad y pureza en línea con la Toráh.
El profeta verdadero no se venderá por dinero ni aceptará dinero para profetizar ni dirá lo que la gente quiere oír, sino lo que Di-os le ordena no importa que tenga que sufrir por eso. Sufrirá con alegría.
El profeta verdadero mostrará siempre un carácter bondadoso y cariñoso con sus destinatarios, exhortándoles con amor para que ande en los caminos de la Toráh, aun cuando en ocasiones tenga que ser fuerte con sus exigencias, lo hace motivado por el amor que tiene por el pueblo.
Un falso profeta podrá aparentar muchas de estas distinciones, pero hay dos que determinarán si es o no un falso profeta:
Su mensaje daña la Toráh, es contrario a la Toráh y pone en tela de juicio la autoridad de la Toráh.
Demanda servicio y adoración a otras deidades que no sea estricta y únicamente el Eterno nuestro único Di-os verdadero.
La parashá luego continúa con las leyes que deben seguirse para el caso de una comunidad completa (ciudad) que se hallada culpable de idolatría. A continuación Moshé recapitula las instrucciones dadas previamente sobre animales limpios y no limpios haciendo hincapié en las marcas que deben ser tenidas en cuenta para identificarlos apropiadamente. Se dan las instrucciones de los préstamos y se especifica la importancia de mantener la relación apropiada entre economía y santidad en relación con el año sabático. Todos los préstamos, al llegar el año séptimo, deben ser perdonados y cancelados. La parashá concluye con las ordenanzas relacionadas con el diezmo para las peregrinaciones, el diezmo de los pobres y las tres fiestas peregrinas que deben ser santificadas por todo hijo de Israel en el lugar que el Eterno escogiere, es decir, Yerushaláyim.
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