“Y habló Moshe a las cabezas de las tribus de los hijos de Israel, diciendo: Esto es lo que el Eterno ha ordenado: cuando un hombre hiciere voto al Eterno, o hiciere juramento para obligar a su alma con alguna abstinencia, no ha de profanar su palabra; conforme a todo lo que salió de su boca, así hará”. Bemidbar (Números) 30:2-3
Una persona que no profana su palabra, hará todo lo que saldrá de su boca. Por lo tanto, Di-s hará cumplir todas las bendiciones que salen de su boca, para reposar y cambiar su vida. No profanará su palabra, porque la palabra de un judío es sagrada; todo intento de no cumplir con ella constituye una profanación.
Matót es el nombre que nos acompaña en esta parashá y su significado es “tribus”, pero existe otro concepto que le caracteriza, y es: “madera firme y fuerte”, en alusión a la fortaleza del alma que lleva a la materia a un mayor grado de refinamiento.
El enfrentamiento con los Midianitas era inminente, era una guerra irreversible, ya que ellos indujeron al pueblo Israel a pecar con sus mujeres y de esta manera quebrar el pacto del Brit Milá (Pacto de la Circuncisión), para que por este hecho, el Eterno interviniera castigando de muerte a Israel, quien de antemano se hizo cómplice de lo que estaba sucediendo en el pueblo.
Moshe Rabenu era un hombre recto y agradecido. Cuando huía de Egipto, llegó a la ciudad de Midián a orillas del Yam Suf (Mar Rojo o Mar de los Juncos). Moshe defendió a las doncellas que fueron echadas del pozo donde vinieron a buscar agua en sus baldes, por unos inescrupulosos pastores, imponiéndose por la fuerza para disponer del agua en beneficio de ellos; pero Moshe los enfrentó y los hizo huir. Yitró, el padre de las vírgenes, lo hizo hijo dándole una de sus hijas en matrimonio (Séfora). Lo nombró guardián y superintendente de su ganado.
Como dijimos antes, la guerra con este pueblo madianita era inminente, conflicto que tocaba el corazón de Moshe Rabenu porque fue esta ciudad madianita que lo acogió. Moshe confió a Pinjas de conducir al pueblo de Israel a la batalla contra los madianitas. Nuestros sabios se preguntan: ¿Por qué delegó a otro la responsabilidad de dirigir la batalla? Pero los mismos sabios se contestaron con un antiguo proverbio: “Al pozo del que bebiste agua, no arrojes piedras”.
Moshe había encontrado refugio en Midián cuando huyó de Faraón, por ello, no consideró correcto encabezar el ejército contra este pueblo.
Cuenta el Midrash que Moshe dijo al Eterno: “Señor del mundo: deberás hacer desparecer el instinto del mal en el mundo. Y Di-s respondió: ¿Acaso no soy Yo quien creó el instinto del mal? Yo hice el bien y el mal; Yo mezclo en el hombre el ángel y la bestia. Sin el ángel, ¿Qué sería de la bestia? Y sin la bestia, ¿Qué sería del ángel? Moab nació de la lujuria, pero Ruth nacerá de Moab, y el Rey David de Ruth, y de David...!Yehoshúa Hamashiaj! Quiero que Satanás exista para que el hombre lo domine y me rinda culto, pues dándole al hombre la voluntad de ser perfecto, le concede el mérito de la perfección".
Por otra parte, nos conseguimos con la parashá Masei (viajes), que se junta con la Parashá Matót, y nos cuenta como el pueblo israelí salió de Egipto hacia la tierra prometida. Salieron de Ramsés el día 15 del primer mes, el día posterior a Pesaj. Es decir, salieron el día 15 de Nisán del año 2.248 (calendario hebreo) contando desde la creación. Como referencia, vale decir que el año 2.000 del calendario gregoriano, es el año 5.760 de la creación. La cronología entre ambos calendarios nos da una directriz estimada, tomando en cuenta el hecho histórico. El mes de Nisán cae aproximadamente entre Marzo y Abril. Cuando el pueblo Israelita salió de Egipto, lo hicieron de manera triunfal, con el “puño en alto”. Dicha expresión alude al carácter triunfal de la salida de Egipto.
Una de las características más relevantes, durante los cuarenta años de la travesía por el desierto del pueblo Israelí, es que Hashem siempre estuvo con ellos, desde el día uno. Hashem es un Padre que no abandona a Sus hijos; durante esos cuarenta años fue maestro para ellos y les enseñó que debían hacer que “Egipto saliera de sus mentes”. Les enseñó a vivir de “milagro en milagro” hasta el día de hoy... Es importante acotar que todas las religiones del mundo se alimentaron y formaron con los principios morales y espirituales de la Tora y del pueblo escogido por Di-s: ¡Eretz Israel! Hashem le enseñó también a Su pueblo, que la Constitución que representa a Israel es: LA TORA; siendo la única nación del planeta, cuya Constitución descendió de los cielos. El Eterno les enseñó durante la travesía, que la enfermedad nada tenía que ver con ellos. Les enseñó, que Él pelea las batallas por ellos, diseñándoles las estrategias castrenses. Les enseñó, a vivir sobrenaturalmente en el plano natural. Les enseñó a navegar en las aguas del Amor, en medio del inclemente desierto...
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