Shemot 13:17-17:16
Haftará: Jueces 5:1-31
HaTsofen HaMaljutí: Hillel 8:1 – 9:62
Esta parashá nos devela, entre tantas bendiciones, la Bondad y la Misericordia del Eterno revestidas de milagros. Estos milagros eran la carta de presentación del Eloha viviente para con Su pueblo Israel, que aún no le conocía ya que sus ojos seguían vendados con la idolatría. Cuando Hashem sacó a Su pueblo del yugo de la esclavitud de Egipto hacia Eretz Israel pudo haberlo hecho por la ruta más corta y rápida, que es por el noroeste a lo largo de la costa del Mar Mediterráneo, que pasa por Filistea en la costa oeste de la tierra prometida -conocida hoy como Gaza-; tan solo necesitaban once días por esta ruta para llegar a Canaán.
Pero el Eterno que es bueno sabía que necesitaba “renovar sus mentes”, porque aunque ellos salieron de Egipto, aún Egipto no había salido de sus mentes, ya que estas seguían encadenadas, acomodadas y enquistadas a esa esclavitud centenaria. Por la ruta corta les era muy fácil volver, por ello Di-s les alargó el camino para que no tuvieran la opción de regresar a la esclavitud de Egipto.
Treinta años antes de que Hashem sacara a Su pueblo de Egipto, unos doscientos mil hebreos de la tribu de Efraín, se adelantaron al tiempo de la redención y no cumplieron con la promesa que hicieron a Yosef de llevarse consigo sus huesos hacia la tierra prometida. Situación que les valió a ellos perder la cobertura o protección del Eterno, para caer irreversiblemente a la espada de los filisteos; sus cadáveres quedaron amontonados en medio del desierto. Fue ésta otra de las razones del por qué Hashem no los quiso enviar por este camino corto y por lo que todavía no estaban preparados y disciplinados para recibir Sus leyes y estatutos. Son estos los mismos huesos secos que el Eterno, en su infinita misericordia, resucitó como adelanto de la redención a través de su profeta Ezequiel:
“Así ha dicho el Señor, el Eterno, sobre estos huesos: He aquí Yo traeré en ustedes un espíritu y revivirán. Pondré sobre ustedes tendones, haré crecer sobre ustedes carne, haré cubrir sobre ustedes piel, pondré en ustedes un espíritu y revivirán. Entonces sabrán que Yo soy el Eterno.” Iejezkel (Ezequiel) 37:5-6
Otro milagro extraordinario que pudo experimentar el pueblo de Israel fue el rescatar los huesos de Yosef para así cumplir la última voluntad de este hombre de Di-s. Para el judaísmo, este es el más alto y piadoso deber humano; cumplir con la voluntad del que muere. Moshe fue entonces a la orilla del Nilo y llamó: ¡Yosef! ¡La hora de la liberación ha llegado! Queremos cumplir el juramento que hiciste a nuestros padres, el de llevar tus huesos con nosotros. ¡No hagas por tu causa demorar nuestra redención! De repente, ¡Oh milagro! el ataúd de plomo, donde estaba el cuerpo de Yosef, emergió a la superficie y así tomó Moshe los huesos de Yosef con él.
Siete nubes de gloria y protección proveyó el Eterno a Su pueblo durante los cuarenta años en el desierto. Siete nubes que aluden a la gloria y la protección del Shabat, el séptimo día, día terapéutico que organiza al alma fragmentada; las células; los electrolitos; los electromagnéticos; las neuronas; los seiscientos trece órganos del cuerpo son tomados por los seiscientos trece mandamientos que cubren cada órgano y los regeneran. Entonces, la paz, Su Paz o Shalom, impregnan toda nuestro ser como lo fue en el principio de los tiempos.
¿Cómo estaban situadas las siete nubes de gloria? Cuatro nubes hacían un cerco de protección alrededor de todo el pueblo. Una cumplía la función de techo, la cual evitaba la insolación y durante el día el pueblo estaba bajo la sombra que ésta les brindaba. Otra nube cumplía la función de piso, emparejando el suelo accidentado y los protegía de las serpientes y escorpiones venenosos. Y la séptima nube viajaba al frente para guiar el camino, y cuando ella se detenía el pueblo también lo hacia y descansaba. En honor a estas siete nubes que eran como “guardias de honor”, el pueblo de Israel agradecido, les dio el nombre de Sucot, que quiere decir Refugios de Protección.
Este pasuk también nos muestra el Maná, el milagroso alimento que recibían directamente del cielo. El primer día que cayó el Maná fue el día sexto,16 de Iyar, día domingo. El Talmud (Tora Oral) nos dice que antes del Maná caía una capa de rocío, luego llovía el Maná y nuevamente caía otra capa de rocío, para que así el Maná estuviera envuelto entre dos capas. Según la tradición judía, este es el origen de cubrir el pan de Shabat -Jala- con una manta abajo y otra arriba en recuerdo y para emular el Maná del cielo.
Finalmente tocaremos uno de los hechos más disímiles y extrasensoriales que marcaron un antes y un después en el pueblo hebreo; la partición del Iam Suf. Este fue el mar que cruzaron los israelitas conocido como “Mar de los Juncos”, “Mar del Fin”, “Mar Eritreo” o también el más popular como “Mar Rojo”. Algunos investigadores opinan que su nombre se debe al tinte de los
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