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Parashá 14 Vaerá

Torah: Shemot 6:14‐9:35

Haftarah: Ezequiel 28:25‐29:21

Hazofen HaMaljutí: Hillel 2:21‐5:11


Resumen de la Parashah:


Vaerá (Y aparecí) establece la base del pacto avrahámico por el cual la intervención del Eterno en la primera redención toma lugar, sobre el fundamento confiable de las promesas dadas a los patriarcas, Avraham, Yitzjak y Ya’akov. El gemido de los hijos de Israel causa que las provisiones del pacto previo se activan de tal manera que la liberación del yugo egipcio sean rotas y finalmente los hijos de la promesa puedan salir de la servidumbre a la tierra de libertad.


El Eterno pide a su siervo Moshé que haga dos cosas principales: primero, que hable a los hijos de Israel y les asegure que la redención es inminente. Segundo: que entre a la presencia del faraón de nuevo para demandarle que deje ir a los hijos de Israel de su tierra.


Con esas instrucciones precisas, Moshé, el primer redentor, tendrá que aplicar los principios de la promesa dada a los padres a las condiciones nuevas de la redención que se presentan y ser capaz de integrarlas para formas un nuevo pueblo con una nueva mentalidad y con una nueva fuerza redentora.


Ochenta años de edad tenía Moshé cuando recibió esta encomienda y fue fiel a ella el resto de su vida. El primer redentor fue obediente, confronta al faraón hace las señales que el Eterno le había otorgado y percibe cómo el corazón del faraón se endurece cada vez más ante la demostración acabada del poder del Eloha de los hebreos.


Diez terribles plagas caen sobre Egipto. Cada una destruyendo divinidades y altares considerados sagrados e intocables por los egipcios demostrando así la superioridad del Eloha de Israel sobre los falsos dioses de Mitzraim.


Constantemente Moshé repite al faraón el mismo mensaje: “Deja ir a mi pueblo para que me sirva”. Ante la gravedad de cada plaga, su corazón se ablandaba pero luego que la plaga era quitada, se endurecía, pensando que tal vez el asunto era puramente casual, un fenómeno de la naturaleza. Nuevas plagas vendrán hasta que finalmente la muerte misma hará presa del palacio imperial y de cada casa de los mitzrim, asunto que será estudiado en la próxima semana.


Haftarah:


Por su parte, la sección de los Profetas nos confronta con una de las profecías de la redención final que justamente se está cumpliendo delante de nuestros ojos: “Cuando Yo reúna al pueblo de Israel de entre las naciones…


E inmediatamente se le envía un nuevo mensaje al representante de Egipto: “Confronta al faraón, rey de Egipto”. En sentido pashat, es una referencia geográfica y política al Egipto de aquellos días. Pero a nivel drash, (profético) es una alusión a todos los que retienen al pueblo judío para que no regrese a su tierra. Consecuentemente, hay que asumir que el retorno no será masivo y completo, sino que en la misma medida que se vayan dando las circunstancias, en esa misma medida se irá efectuando la redención. Pero una vez iniciada, nada ni nadie podrá detenerla porque la hora ha llegado para que entre en acción un Decreto del Tribunal Celestial. Una nota interesante de esta profecía es que se anuncia que Israel no confiará más en Egipto, que a nivel drash significa que no se apoyará más en occidente, sino en el Eterno.




La haftará concluye con una acción típica del Tribunal Celestial: Medida por Medida (MKM) esto es, por Babilonia proteger a Israel contra Tiro, el Eterno entregará Egipto a Babilonia, cumpliendo así lo que fue dicho: “Bendecirá a los que te bendijeren, pero maldeciré a los que te maldijeren”. Pero ¿cuándo esto ha tenido lugar en la historia después de los días de Ezequiel? Por tanto, Egipto y Babilonia son proféticos, no geográficos.




HaZofen HaMaljutí:




En cuanto al Código Real, se nos informa del brit miláh de nuestro Ríbi, que Yosef su padre, según la ley de Moisés era responsable de cumplir. En ese momento se da a conocer oficialmente el nombre del bebé: Yehoshua (Yahoshua) ben Yosef. Yeshua hijo de Yosef (Yeshua es la contracción de Yehoshua).


Se nos informa que luego sus padres subieron a Yerushaláyim para cumplir con lo establecido en la Toráh en relación con la ley del primogénito. Allá en Yerushaláyim, un profeta profetiza sobre el niño y lo presenta oficialmente como el redentor de Israel: ‘Han visto mis ojos Tu salvación. Luz para los gentiles y honor para Israel”. No obstante se especifica que el niño está predestinado para causar “la caída y el levantamiento de muchos en Israel”. ¿Qué significa esto? Fue dicho que hay una piedra preciosa, angular, escogida. La piedra del fundamento. Piedra principal rechazada por los constructores (jueces de Israel). Y se afirma que si esa piedra sirve de fundamento a alguno, lo levantará. Pero si alguien se le opone, le caerá encima y lo aplastará. Por tanto, la piedra desechada sirve para caída y tropiezo pero también para vida y salvación. Dependiendo de qué lado de la piedra te ubiques. Y este es el significado de lo dicho: “Para caída y levantamiento”.




Esta sección nos cuenta además varios aspectos de la infancia del Maestro sumamente interesantes. Primero: que sus padres se ubicaron en Nazaret y allí el Ríbi pasó los primeros años de su vida como todo niño judío de la época, es decir, asistiendo a la Sinagoga y aprendiendo en la escuela diariamente. Leer, escribir, memorizar las Escrituras y el estudio de la Sagrada Torah, tanto escrita como la oral.


A los doce años, Yeshua era capaz de estudiar paralelamente asuntos de la Torah y la Halajáh, con los mejores maestros que había en Israel en aquellos días, tanto de la Academia de Hillel como de Shamai. Su análisis y reflexión de los temas tratados, admiró a todos lo que le escuchaban. Se nos informa que el Maestro crecía en estatura y conocimiento de la Torah por días y esto significa que experimentaba un desarrollo tanto natural como espiritual impresionante.




Esta sección nos introduce a Yojanán quien será el responsable de preparar al pueblo de Israel para recibir al Mashiaj Yeshua. Esto fue hecho mediante un llamado nacional al arrepentimiento, expresado en un acto público de purificación en las aguas del río Jordán.




Yeshua mismo viene ante Yojanán y se purifica bajo su supervisión profética y al subir del agua, se oyó un bat kol (voz celestial valorizada como la profecía) anunciándolo como: “Mi hijo amado”, es decir, el elegido para ser el Mashiaj. Se nos informa que el Maestro tendría aproximadamente uno 30 años de edad cuando hizo su aparición pública en el río Jordán. Luego de su purificación y siguiendo proféticamente los pasos de los ancestros, Yeshua es llevado al desierto donde fue expuesto a todo tipo de pruebas y tentaciones y todas las superó, apoyándose en el Eterno y Su Toráh, pues por cada situación levantada con el potencial de desviarlo del camino, la Toráh fue suficiente en él para preservarlo de la caída y del pecado. Una vez concluido el tiempo de prueba, Yeshua es llevado por la Shejinah para visitar todos los pueblos y aldeas judíos en la Galilea, y entrando en cada sinagoga, presentaba su programa de redención a Israel: “El Eterno me ha ungido para llevar el mensaje de la redención”, decía a todos. Sus palabras iban acompañadas de grandes milagros de curación y sanidad, tanto físicas, como espirituales. Y el pueblo vivía asombrado de su autoridad para explicar la Toráh, porque contrario a los escribas, Yeshua exponía lo que consideraba era el significado real de la Torah dada por medio de Moshé, no apoyándose en ningún hombre, sino solamente en el Eterno, quien le revelaba los secretos de la Toráh que compartía con el pueblo. Instruyendo y predicando en todas las sinagogas de la gran Galilea fue su tarea favorita y su fama se iba extendiendo por todos lados. La sección concluye con un milagro en el lago de Galilea que definitivamente convenció a muchos que él era el Mashiaj. Se documenta que los socios de una empresa de pesca, dejando todo, siguieron al Maestro y se hicieron sus discípulos.




COMENTARIO:




Ante la importancia que tiene esta parashah, quisiera aprovechar la ocasión para destacar uno de los principios fundamentales que demanda nuestra atención y es este: la manera cómo Moshé recibe la ingente tarea de llevar a los hijos de Israel del fundamento confiable del pacto antiguo, a la realidad maravillosa de la redención presente, sin destruir las promesas, pero proyectándose desde ellas para crear una nación nueva: la nación de Israel.




Nosotros también, hoy día, nos encontramos en una situación de transición entre el final de esta edad presente y el inminente comienzo de la edad mesiánica con el arribo de Su Majestad, Rabenu Yeshua, el Mélej HaMashiaj.




Estoy convencido que nos encontramos en la recta final de los eventos proféticos que desembocarán sin duda en la formación del escenario requerido por la Sabiduría Divina para la cuenta regresiva del retorno de nuestro Maestro HaKadosh, el Mélej HaMashiaj.




Es imperativo que en momentos así cada uno procure andar tan cerca de nuestro Padre celestial como sea posible, deseando con todas las fuerzas de nuestro corazón estar unido a Él, fuente de toda bendición, en perfecta unidad.




Debemos recordar que esta es la clave para la vida eterna, como nos enseñó nuestro Ríbi: “Que tengan una relación íntima contigo… que sean uno, como nosotros somos uno”.




Nuestros libros nos informan que nuestro Ríbi acostumbraba subir al monte a la caída del sol y pasar la noche entera orando a su Eloha en los Cielos. Allí sin duda, la Shejinah lo rodeaba de resplandor y puedo imaginar al Maestro cantando sus melodías sin palabras (lo que hoy día conocemos como “nigún”) y derramando su alma en la Presencia del Todopoderoso. Esto era el secreto de su vida: sed por HaShem, completa rendición a su Di‐os.




Es de suponer que los discípulos, los más avanzados, le siguieran los pasos y vieran cómo oraba y cantaba y se transformaba en la Presencia del Altísimo. Por ello es que sabemos de este hecho. Convencido estoy que tal vez Kefa o Yojanán o algún otro cercano logró seguir su ejemplo. Y esto les permitía elevarse a las alturas y experimentar la unión con al Divinidad que caracterizó sus vidas.




Pero hoy, 2000 años después, no tenemos al Maestro con nosotros. Ni sus discípulos íntimos. No conocemos el lugar que él acostumbraba visitar, ni conocemos las palabras que elevaba en sus ruegos ni tampoco la melodía que salían de sus labios para lograr elevarse hacia las alturas.




Nos queda solamente su historia y ella debe convertirse en recuerdo profético para cada uno de nosotros de tal manera que inspirados en su ejemplo y tomando su promesa de compartir de su espíritu, podamos hoy de alguna manera, elevarnos por encima de lo secular y corriente a una nueva dimensión de espiritualidad y profetismo.




Para nosotros como netzaritas, si benei yehudá o benei avraham, la clave para la elevación espiritual tiene que encontrarse en y por medio nuestro Ríbi, el Mélej HaMashiaj. Nunca podemos quitar de nuestra mente que el sacerdocio de nuestro Ríbi no viene por la ley de la herencia, pues ese pertenece a Aharón y sus hijos para esta edad presente. Pero el suyo viene por la intervención de una palabra dicha en juramento por el Eterno mismo como está escrito: “Juró Y‐H‐V‐H y no se arrepentirá, tú eres Cohén para siempre”.




Es importante recordar que estas palabras fueron dichas después de la promulgación de la Sagrada Toráh en Har Sinaí. Entonces es evidente que si un nuevo cohen se anuncia, que nada tiene que ver con el ya establecido, entonces su avodah al Eterno debe ser vista en relación con el mundo venidero, no con el actual, donde opera la ley de la herencia dada a Aharón.




Así pues, mientras la edad mesiánica no sea establecida y el Reino sea entregado al Eloha y Padre como ha sido dicho, Aharón y sus descendientes, continúan al frente del sacerdocio levítico, pero al mismo tiempo, por la introducción del juramento y la aparición de nuestro Ríbi, el Mélej HaMashiaj, dos momentos proféticos nos han alcanzado: primero, la continuación de las promesas dadas para esta edad presente y segundo, la irrupción seminal de la edad mesiánica que nos llevará finalmente al mundo por venir.




Consecuentemente, vivimos ahora en la tensión de lo que es y no será más (esta edad presente) y lo que es, pero todavía no, pero permanecerá para siempre (el mundo por venir).




La tensión entre estos opuestos es evidente y debemos entenderlo para que no seamos circunscritos exclusivamente a la obediencia de la hora que vivimos privándonos de las primicias de la hora que viviremos y que está más cercana que nunca.




Cuando la edad mesiánica sea finalmente establecida y nuestro Ríbi HaTzadik sea coronado y establecido con poder en el trono de David, la resurrección de los justos tendrá lugar. Este evento nos desconecta de las obligaciones de la Sagrada Ley diseñada especialmente para esta edad presente, dominada por el yétzer hará y las kelipot.


Pero una vez eliminado el yétzer hará y estando exentos de toda influencia de los mismos, la mayoría de los mandamientos que ahora están vigentes, serán absorbidos por la nueva ley bajo el nuevo garante del Nuevo Pacto, esto es, nuestro Ríbi el Mélej HaMashiaj.




Y este es el significado de lo que está escrito1: “Por la superioridad de esto, Yeshua ha venido a ser el garante de una mejor alianza”.




Llegará el día cuando mandamientos como: “Guardarás el Shabat”, no tendrá sentido, porque viviremos en un permanente Shabat, sin otro día que el descanso prometido a Su pueblo. Llegará el día cuando: “No asesinarás” y “No codiciarás” y el resto de las prohibiciones, no serán más revelantes porque tendremos un nuevo cuerpo, un nuevo corazón y un nuevo espíritu, total y completamente transformados por la gloria de la resurrección.




Cuando esto llegue, la mayoría de los mandamientos que ahora son necesarios, por nuestra humana debilidad, quedarán absorbidos por la vida y la inmortalidad. Mientras tanto, “ni una coronita de las letras de la Torah, ni un yod pasará”, porque están circunscritos a esta edad presente donde imperan las tinieblas y la inmundicia.




Pero una vez descendida Yerushaláyim la celestial, no tendrá acceso a ella ninguna cosa impura, ni quien practique idolatría, ni los mentirosos ni ninguna otra fuente de corrupción.


Por lo tanto, mientras guardamos los mandamientos establecidos para esta edad presente, debemos extendernos más allá de ellos y aprender a saborear las primicias del mundo por venir mediante nuestra unión con el Cohen de los bienes venideros, Yeshua HaMashiaj.




Destruir la sagrada Torah y declararla inoperante para forzar la irrupción de la edad mesiánica como han hecho los falsos profetas y falsos mesías, es un grave error. Mientras el Mélej HaMashiaj no sea enviado, debemos vivir apegados a la Sagrada Torah, pero en el espíritu de las condiciones que imperarán cuando la edad mesiánica sea finalmente introducida en nuestra tierra.




“Consideraos muertos a la mala inclinación, pero vivos para Eloha en Mashiaj Yeshua. No tiene entonces por qué dominar la mala inclinación en vuestro cuerpo mortal de modo que tengáis que servir obedientemente a sus concupiscencias, ni tampoco estáis ahora obligados a permitirle que vuestros miembros sean entregados al pecado como instrumentos de iniquidad, sino tenéis el derecho de presentaros por vosotros mismos a Eloha, como personas no contaminadas con muertos y vuestros miembros a Eloha como instrumentos de justicia, porque la mala inclinación no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo un sistema legislativo legalista, sino de uno lleno de gracia”.




Una persona muerta a la mala inclinación ya no pertenece a esta edad presente. Por tanto, en Mashiaj Yeshua no solamente tenemos la suficiente espiritualidad y el suficiente poder para no violar la Sagrada Toráh, sino que además se nos concede el honor de “presentarnos por nosotros mismos” ante Eloha.




Esta es una declaración muy poderosa, porque ya ha sido dicho que tenemos un “mediador” que es Rabenu Yeshua, pero una vez libre del yétzer hará, por los méritos de Yeshua, tenemos entonces incluso, derecho a la entrada al trono de la gracia, sin siquiera depender de él mismo, pues ya nos abrió el camino mediante su propio cuerpo.




Y este es el significado de lo que está escrito:




“Así que hermanos, teniendo plena confianza para la entrada al Lugar Santísimo por el alma de Yeshua, cuya vida nos abrió un camino nuevo y vivo a través de la cortina sagrada, esto es, su cuerpo, y teniendo un gran Cohen Gadol sobre la casa de Eloha, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia y lavados los cuerpos con agua pura”.




Entrar al Lugar Santísimo, que solamente era y es prerrogativa del Cohen Gadol de los bienes presentes, solamente se justifica si dicho Lugar Santísimo pertenece al Miskkan haKadosh del mundo por venir, de otra manera, seríamos fulminados. Por tanto, tenemos la oportunidad de disfrutar de la Presencia del Eterno y de Su Shejinah, disfrutando aquí y ahora como primicias, de lo que será sin duda consumado en el mundo por venir.




Y esto se llama espiritualidad. Y este es el gran desafío que tenemos justo delante de nuestros ojos como netzaritas. Muchos de los que estaban con nosotros nos han abandonado buscando en el Judaísmo Rabínico entre otras cosas, una fuente de espiritualidad superior.




Lamento mucho que tal decisión haya sido tomada, pero nos envía un mensaje a cada uno de nosotros para revisar bien los fundamentos de nuestra fe judía como netzaritas. ¡Estoy convencido que no hay espiritualidad que supere la de nuestro Maestro HaKadosh! Si así lo fuera, yo también la habría buscado. Pero no es cierto.




El Judaísmo Rabínico no tiene nada que ofrecernos que no lo encontremos seminalmente en la vida, los dichos y enseñanzas de Yeshua Rabenu.




Y esto es lo que explica por qué tantos de nuestros hermanos judíos han vuelto sus ojos al Oriente, buscando espiritualidad en el budismo, el yoga, la nueva era o una mezcla de todo, porque su judaísmo no ha sido capaz de elevarlos a la unión con el Eterno que es el clamor y la razón de ser del alma judía, diseñada para Eloha y que no tiene shalom excepto que se encuentre con Él y se una a él en perfecta ejad.




No tenemos por qué seguir tan triste y vergonzoso ejemplo. ¡Tenemos la perla de gran precio! La mayoría de nuestros hermanos judíos no son observantes de los mandamientos y los que presumen de hacerlo, cuando le tocas bien adentro el alma, descubres que es más conocimiento y nominalismo, que espiritualidad.




Por supuesto, hay excepciones, porque el Eterno siempre ha tenido un remanente. Pero aun el remanente ha logrado niveles de espiritualidad fundamentados en los secretos mismos que fueron revelados por nuestro Maestro el Mélej HaMashiaj, aun cuando no se quieran reconocer sus créditos.




En el judaísmo tradicional te sientes judío, pero es difícil expresar dicha judeidad en términos de espiritualidad.




En el judaísmo netzarita, no solamente te sientes judío, pero experimentas un nivel de santidad y espiritualidad que es expresable no solamente en palabras, sino también en la conducta diaria.




Es una de mis metas como Presidente de AMI, que nuestras comunidades puedan compartir estos secretos de la espiritualidad, que podamos ser capaces de conectarnos unos con otros, (pues compartimos una misma alma y un mismo espíritu), y que podamos dar ocasión a todos de expresar sus propios sentimientos en una manera que, permaneciendo fieles por un lado a las costumbres de nuestro pueblo, sean, por el otro, relevantes ante las condiciones reales que vivimos en el exilio en estos momentos.




¿Te sientes en casa cuando asistes a tu lugar de reunión para hacer tus rezos? Quisiera rogarles que vuestra principal preocupación no sean los edificios ni los programas, sino la vida espiritual de nuestros miembros.




Esto es la clave para que nuestro judaísmo sea relevante y atractivo a nuestra generación. Cuando concluimos nuestros servicios tenemos que llevar con nosotros un sentido de intimidad y conexión con nuestro Padre que está en los cielos. De otra manera, hay que hacer los cambios necesarios para facilitarlo. Tanto dentro como fuera de nosotros mismos.




Nuestros lugares de adoración tienen que convertirse en santuarios que toquen el corazón de los que vienen para presentar sus sacrificios de alabanza al Eterno.




Debemos cuidarnos que la liturgia que usemos no sea extraña a nuestra gente y que las palabras que pronunciemos en nuestros servicios tengan sentido y comprensión para todos, de otra manera nuestras mentes y corazones quedan sin entendimiento y consecuentemente no pueden elevarse al Santuario Celestial.




Debemos revisar cada rezo tradicional que es costumbre de Benei Judá y asegurarnos que se fundamenta en un entendimiento apropiado de las Escrituras Hebreas y que no contradice las enseñanzas, vida y obra de nuestro Maestro HaKadosh.




Si confesamos los rezos en lenguas sagradas, tiene que haber acceso a la interpretación, de otra manera privamos al pueblo de adorar en verdad.




Por tanto, procuremos adorar y rezar con el espíritu pero también con el entendimiento. Si adoramos al Padre en “espíritu” solamente, la verdad sufre y nosotros experimentamos pérdida. Si adoramos en “verdad” solamente, y no en “espíritu” la espiritualidad sufre y nosotros experimentamos pérdida. Mas si juntamos ambos, el resultado será extraordinario. Y esto es lo que deseamos que ocurra.




En otras palabras, asegurémonos que nuestros lugares de adoración tengan suficiente espacio para el corazón, no solamente el intelecto, de otra manera destruimos la vida espiritual del pueblo y nuestro judaísmo pierde su sabor y su atracción.




Alguno de los que estuvieron con nosotros nos han abandonado, pero han tenido que pagar un alto precio, un precio que aumentará mientras nos acercamos al momento de tener que presentarnos ante nuestro Ríbi y rendirle cuentas.




No nos engañemos, su precio de “admisión” al Judaísmo Rabínico ha sido su desconexión con el alma de nuestro Ríbi y la pérdida de su integridad y lealtad a quien ofreciera su vida en propiciación por sus pecados imperdonables según las provisiones del sacerdocio levítico.




¿De qué le vale al hombre ganar el mundo si pierde su alma?




Lo mismo ha ocurrido, en otro nivel, en el judaísmo tradicional cuando buscando aceptación de otras culturas mientras en el exilio, han tenido que dar a cambio, su alma judía y esto ha devenido en la penetración de las fuerzas de las kelipot dentro del judaísmo, perdiendo así nuestro último bastión de espiritualidad que quedaba y enterrando a nuestros descendientes sin haber nacido.




Todos sentimos, de una forma u otra, la tensión evidente entre aislamiento y aceptación pero si aceptamos lo último para solucionar lo primero, debemos entender que el precio es demasiado alto y no vale la pena; es preferible lo primero, pero con dignidad y esperanza, pues “si sufrimos con Mashiaj también con él reinaremos”.




Nuestra unión con el nombre de Yeshua causa aislamiento, sin duda. Además, arrastramos con nosotros la zaga de la corrupción y tergiversación de sus dichos y enseñanzas por causa de la bestia que torciendo para su propio beneficio, la pureza de su verbo, lo ha vendido al mundo como auténtico, cuando sabemos que ha sido pervertido. Y al poner ambas cosas juntas, crean sin duda, un serio peso. Pero si no estamos dispuestos a llevar su vituperio, tampoco tendremos el honor de participar de su reino. Medida por medida. Es decir, un camino corto que se vuelve luego largo o un camino largo, que se vuelve luego corto.




Nuestra elección determinará no solamente lo que ocurrirá en esta edad presente, sino sobre todo, lo que acontecerá en el mundo por venir.




Glatt Kosher Vs. Glatt Treif




Todos sabemos lo que significa, “glatt kosher”, con su mezcla típica entre yidish y hebreo: carne que ha sido cuidadosa y escrupulosamente supervisada y aprobada para el consumo de la comunidad judía. Por su parte, “treif” significa carne no kosher. Pero ¿qué significa glatt treif? Me refiero a una mente no kosher dentro del judaísmo, ciertas acciones y decisiones dentro nosotros mismos que son una afrenta a la esencia misma de lo que el judaísmo debe ser.




La piedad es tan fuerte que atrae no solamente lo sagrado, sino incluso lo profano. Y por ello tenemos que guardarnos constantemente porque mientras mayor es la espiritualidad, mayor la fuerza del yétzer hará para hacernos daño.




¿Ha visitado usted el Muro de los Lamentos alguna vez en Yerushaláyim? ¿No ha visto los campanarios de las iglesias católicas rodeándolo por todos lados y las mezquitas musulmanas encima mismo de nuestras cabezas?




Mientras los yehudim oran recostando sus frentes sobre el viejo muro, arriba y a los lados las fuerzas de las kelipot dándonos vueltas para ver cómo impide el ascenso del remanente.




Lo que quiero decir es que existe la posibilidad de guardar exteriormente todos los requerimientos de la ley y las tradiciones de los ancianos y aun así tener corazones llenos de maldad y adulterios.




No nos dejemos impresionar por los hábitos externos.




No por vestir de negro y llevar un sobretodo negro y una kipá negra y tzitzit colgando hasta las rodillas y tener información halájica impresionante, significa que el corazón y el alma y el cuerpo de quien lo lleva es una persona realmente religiosa, observante o santa.




Por el contrario, ante la ostentación y la vanagloria, tanto de lo externo como de las palabras, siempre tenemos que sospechar de falta de modestia, humildad y recato que son los atributos que más deben adornar nuestras almas.




Más a menudo de lo que uno se imagina, detrás de las aparentes expresiones de santidad del bombo y el platillo, la fanfarronería y el exhibicionismo, se esconden huesos de muertos, altamente contaminantes, como decía nuestro Ríbi.




Esto no es un problema nuevo, pero debemos esperar que se incremente en la misma medida que el Eterno prepara el mundo para el arribo inminente de nuestro Rey, nuestro Maestro, nuestro Profeta, nuestro Redentor, el Mélej HaMashiaj Yeshua HaTzadik.




La ortodoxia no salva, una relación personal con Di‐os es el secreto de la vida eterna. Nuestro Maestro, de memoria bendecida, vio a muchos de sus contemporáneos sumamente preocupados por lo exterior, pero insensibles a la realidad interior. “Lo que sale del corazón es lo que contamina”, les decía.




Irrespetamos la opinión de los demás, nos burlamos de los que no tienen el conocimiento que yo tengo, avergonzamos públicamente y ofendemos constantemente a los que no piensan como yo. Glatt treif.




No comemos mariscos, pero los inventamos artificiales para comerlo de todos modos, aun sin importarnos que los demás sean ofendidos o que seamos piedra de tropiezo por nuestro ejemplo. Hacemos la liturgia del Shabat perfecta, pero luego nos emborrachamos en las tres comidas de santidad. Esto es “kosher treif”. Este no es el camino netzarita. Jas beshalom!




El tiempo ha llegado para restaurar el alma y el corazón de la vida judía y el único que tiene posibilidades de hacerlo, si lo permitimos, es nuestro Maestro, nuestro Rabino, nuestro Redentor, el Mélej HaMashiaj, Yeshua HaTzadik.




El judaísmo no puede ser simplemente un asunto de herencia, sino de elección. Ser judío es prerrogativa del cielo, pero vivir judiamente es un asunto de nuestra voluntad, de nuestra libre elección. Ciertamente, “todo está previsto, pero libertad de acción es dada”.




Consecuentemente, delante de nosotros está el desafío: qué tipo de judío queremos ser y qué tipo de judaísmo queremos vivir. Tenemos la tendencia a idealizar la ortodoxia judía como la conocemos hoy día, como la meta del judaísmo, y muchos lo identifican como lo único que es auténtico, puro y sagrado. Fuera de ello, todo lo demás carece de brillo, realidad y autenticidad.




Tal idealización es dañina, inadecuada y errada. La mayoría de las veces la meta de tal ortodoxia es el poder: controlar la comunidad judía y retener la autoridad final para decidir que es permitido y qué es prohibido.




Pero detrás de esa apariencia, tristemente, hay mucha corrupción y perversión y consecuentemente tenemos que aprender a mirar dentro de nosotros mismos, nuestra propia historia y establecer bien claro que la autoridad para atar y desatar ya nos la entregó Yeshua Rabenu y por tanto se demanda de nosotros una vuelta a la pureza y sencillez del principio.




No tenemos que mirar a otras formas de judaísmo para satisfacer nuestra necesidad espiritual cuando tenemos un camino mucho más excelente delante de nosotros cuyo ejemplo viviente es nuestro Maestro HaKadosh.




Incorporar el judaísmo del Ríbi nuestras propias vidas es la mayor urgencia de la hora que vivimos. Nuestro retorno no tiene que ser a un judaísmo que ha sido incapaz de atraer a la mayoría de nuestro pueblo de vuelta a Eloha, sino al judaísmo que vivió y enseñó nuestro Ríbi HaKadosh. Encontrar ese judaísmo, restaurarlo e incorporarlo en nuestras vidas, familias y comunidades es la palabra de orden. Cómo integrar la riqueza del judaísmo de los profetas y de los verdaderos tzadikim dentro del camino propuesto por nuestro Maestro debe constituir siempre la razón de nuestra reflexión y acción en días como estos.




Al mirar la historia, podemos aprender mucho de ella. Para imitar su buena conducta y para no cometer sus mismos errores. Pero debemos ser cuidadosos de no quedarnos en el primer siglo, ni en el segundo ni el décimo, sino estar conscientes de que estamos en el siglo 58 de la creación del mundo y consecuentemente debemos por un lado mantener la esencialidad de la fe inocente y pura del principio, mas por el otro, responder con relevancia los desafíos de la edad moderna.




Si no somos capaces de lograr esto, perderemos la oportunidad de insuflar en nuestras generaciones de relevo la gracia y comprensión necesarias para la verdadera espiritualidad, además de perder la nuestra.




Nunca podemos olvidarnos que somos hijos de las generaciones pasadas, pero al mismo tiempo, los padres de las generaciones futuras. Si fallamos ahora, tendremos una grave pérdida después, precisamente en lo que más amamos, nuestros hijos. Integrar la belleza del judaísmo de los Profetas y Tzadikim, de entre los cuales destaca supremo nuestro Maestro HaKadosh, a la realidad que vivimos en nuestra generación, es fundamental para no fosilizarnos y perder la relevancia que se nos demanda como sal y luz de la tierra.




La inseguridad de la ortodoxia tiene que ser el generador de mayor reflexión y revisión de nuestra fe y legados como discípulos del Ríbi HaKadosh a fin de no apartarnos del camino que nos ha sido preservado y que constituye su herencia de santidad y espiritualidad no negociables para todos nosotros.




Yeshua Rabenu es suficiente para nosotros a fin de proveernos la intuición de la espiritualidad necesaria para concientizarnos apropiadamente de nuestra intimidad con nuestro Padre que está en los cielos y de Su presencia en nuestras vidas y en nuestras circunstancias, cualesquiera que ellas sean.




Aprender a descubrir la santidad de Su Presencia en cada ser humano que ahora está bajo las tinieblas de la alineación espiritual más horrible de toda la historia de la humanidad, tiene que transformarse en una constante búsqueda y acción de nuestra Alianza.




Todo lo que el Eterno ha hecho es santo y bueno; solamente que por el momento está cubierto de impureza y maldad; pero creemos en la redención y trabajamos por ella, consecuentemente, debemos apoyarnos en la fe de Yeshua Rabenu y conquistar al mundo de nuevo con la fuerza de su conquista ayer cuya fuerza aun prevalece fresca y auténtica como la primera vez.




Yeshua Rabenu se comparó con una escalera4, aun cuando casi nadie lo ha notado, una escalera viviente sobre la cual los ángeles ascienden y descienden. En otras palabras, que por medio de él podemos alcanzar alturas ilimitadas de espiritualidad y encuentro con la Divinidad y esto es lo que hará de nuestro judaísmo algo extraordinariamente relevante.




Es cierto, vivimos en una generación que al decir de algunos de nuestros mayores, está compuesta de “vasijas rotas”, que ha perdido su capacidad natural de recibir y retener la luz. Pero aun quedan las chispas sueltas en cada alma que ha venido a este mundo y consecuentemente la guerra no está del todo perdida, tan solo una batalla.




Subir nosotros y ayudar a otros a subir, requiere ascender pero también descender, para no dejar a ninguno que desea realmente subir, rezagado y abandonado en el camino. Y este es precisamente el mensaje del Maestro.




Yeshua Rabenu encarna un tipo de judaísmo que debe ser normativo para todo nuestro pueblo, solamente que al presente no ha sido descubierto. Es nuestra responsabilidad mostrarlo en toda su riqueza y belleza. Este Judaísmo Netzarita es una disciplina espiritual que debe ser impuesta en todos nuestros discípulos si en verdad queremos ser protagonistas de la redención final que nos ha sido confiada.




En Eloha somos y existimos y no podemos escaparnos de Su Presencia, ni subiendo a lo alto ni bajando a lo bajo. Descubrir Su Presencia y hacerla parte integra de nuestro diario vivir es la demanda del Maestro.




El Reino de Elohim está entre vosotros. No es simplemente futurista, se encuentra ya en medio de nosotros y es nuestra responsabilidad detectarlo, reconocerlo, tocarlo, integrarlo y vivirlo hoy en la esperanza de su consumación mañana.




Elevar el pasado no es solamente una imposibilidad pero tampoco nuestra tarea. Es nuestro presente lo que en realidad tenemos, lo único que existe realmente en nuestra dimensión de tiempo y espacio que nos ha sido dada y que se vuelve práctico y posible para nosotros. Reconocer, distinguir y apreciar las oportunidades del presente se nos vuelve mandamiento. Mientras estudiamos uno de los momentos cumbres que tuvo lugar en la vida de nuestro pueblo, ante la gesta libertadora de la primera redención, aprendamos la lección que deseo insuflar en vuestras almas:




“Que es posible tomar de la riqueza de nuestra historia y del judaísmo de nuestros mayores, sin caer en la trampa de la ortodoxia fría que no enciende el espíritu, sino que lo apaga y lo arrincona por considerarlo incapaz de ascender a las alturas espirituales de su unión con la Divinidad”.




Yeshua abrió el camino y los valientes toman fuerza y se abren paso y atraviesan valientemente por su brecha. Y es posible también mantenernos en la esencia de las sendas antiguas, sostenido por sus pilares mientras respondemos apropiadamente a los desafíos de la edad moderna, sin casarnos con ella, pero sirviéndola con la luz de la Torah y de Mashiaj.




Creo mi deber procurar incorporar e integrar apropiadamente lo mejor de nuestra herencia en nuestra edad atómica sin perder la esencialidad de la fe de Yeshua y de nuestros ancestros, como clave para nuestra participación responsable en la parte de la redención que nos ha tocado.




Y si los demás hacen también la suya, cualquiera que esta sea, (todos somos importantes) juntos lograremos lo que nos es imposible separados.




Es mi convicción de que si nos dedicamos a esta noble tarea, por difícil que parezca, podremos redescubrir el lugar donde el Maestro acostumbraba guarecerse para cantar sus melodías y elevar su alma a su Padre y pasarnos también a nosotros su secretos para elevarnos también a su altura y compartir su gloria, como fue su deseo mientras estuvo entre nosotros en esta tierra.




Preparados así, estaremos en condiciones de soportar el dolor más difícil de estos días del fin: el odio sin causa de aquellos que nos acompañaban en nuestra mesa y con quienes compartíamos los secretos y que se han vuelto nuestros enemigos más virulentos, cumpliendo así, tal vez sin saberlo la palabras de Rabenu Yeshua:




“Los enemigos del hombre vendrán a ser los de su propia casa”, advertencia que luego será tomada en los labios de otros sabios5 y que reafirman a nuestro Maestro HaKadosh como un probado profeta.




Santidad y Legalismo




Esto nos lleva a definir el camino y la diferencia entre la Santidad y el Legalismo. La santidad es hermosa, el legalismo vinculante; la santidad trae la vida, el legalismo la muerte. Son tan diferentes como la noche y de día, y sin embargo, a primera vista, parecieran similares, porque ambos están en contra de la conducta pecaminosa y la convocatoria de una vida santa.




¿Cómo podemos distinguir entre los dos?




5 Sota 49b




Di‐os es santo, y así su ser mismo refleja la perfección de la justicia y la bondad y la pureza y la salubridad y la compasión y la misericordia y la justicia. Como alguien dijo: “La suma de todos los atributos de Di‐os, el resplandor de todo lo que es Di‐os, es la santidad”.




Estamos llamados a imitar a Di‐os incluso en Su santidad. Como está escrito en 1 Pedro 1:15 (citando Lev 19:2), “Pero así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en todo lo que hacen, porque escrito está: “Sed santos, porque yo soy santo”.




La palabra “santo” viene del hebreo “Kadosh” lo que significa “separado”. Separado de todo lo que sea pecado, destructivo, sucio, y contaminante para dedicarse al servicio exclusivo de Dios.




El pecado es veneno espiritual, la santidad es la salud espiritual. En resumen, todo lo santo es bueno, nada profano es bueno. Todo impío es malo, nada santo es malo.




Y aún hay más: la santidad es nuestra meta, nuestro destino, nuestra porción. Expresa la esencia misma de la naturaleza y el carácter de Dios y describe el nivel más alto de la espiritualidad alcanzable por el hombre.




Escuche el testimonio de la Palabra:




“Porque nos escogió en él antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados en su presencia” (Ef 1:4).




Alguien dijo: “Dios no es una eterna máquina de bendición para los hombres. Él no vino a salvar a los hombres por compasión. Él vino a salvar a los hombres porque Él los había creado para ser santos”.




¿Qué es entonces el legalismo?




El legalismo es, una lista de cosas haciendo hincapié en las normas más que el Salvador y las leyes más que el amor.




Es un sistema basado en el miedo y se caracteriza por una vida sentenciosa, sin alegría, la producción inútil de la justicia propia en vez de la libertad.




Para una persona no salva la justificación legalista predica por las obras, diciendo: “Tú eres un pecador malo y necesitas deshacerte de todos tus hábitos sucios si deseas que el Señor te acepte.”




No hay ninguna gracia en este mensaje, no exaltación de la vida cambiante, sin poder de limpieza que viene por las palabras y los méritos de Yeshua; no hay una clara proclamación de la misericordia.




Para un legalista su mensaje es: “Cometiste un error aquí y un pecado allá, no sirves para nada, estás destruido, eres un falso, un sinverguenza, no tienes parte en medio de nosotros”.




Para el legalismo, la declaración del amor de Dios expresado a través del Mesías Sufriente es sordo, si es acaso escuchado en absoluto. En consecuencia, la prueba del nuevo nacimiento se consideraba casi exclusivamente en las cosas externas, no en el cambio interno.




El legalismo es lo que presenta como modelo a los creyentes el uso de ciertas cosas externas como exigencia de conducta, no como resultado de un corazón cambiado.




El legalismo es lo que se impone por un líder o grupo particular en conformidad con el código de conducta o perspectiva cultural específica del grupo en particular a que el creyente pertenece.




En algunos casos, el legalismo dirá a una mujer: “Tienes que ponerte un falda (saya) que llegue hasta los tobillos”. En otros, dependiendo del grupo cultural, le dirá: “tienes que ponerte una falda por encima de las rodillas”.




Ambos casos son legalismos. Porque se impone una norma no por un cambio interior o por un valor interior de la persona, sino por lo que el líder o el grupo a que la persona pertenece, considera que es la conducta




apropiada, sin mirar los principios de conducta que deben brotar del corazón, no de la imposición exterior.




El legalista dice: “Solamente puedes tener sexo con tu esposa dos veces por semana”.




La santidad dice: “No os neguéis el uno al otro excepto para dedicaros a la oración y juntaros luego en uno para que no os tiente satanás”.




El resultado del legalismo es un creyente domado, pero no educado. Una expresión exterior de piedad en vez de una transformación interior de santidad.




El legalismo siempre lleva a la justicia propia y la condenación de los demás, la santidad a la dependencia de la gracia y misericordia de Dios y al amor y consideración hacia el prójimo.




Por supuesto, es absolutamente cierto que Dios tiene normas muy altas, y para cualquier persona honesta que escudriña la Palabra, no puede haber ninguna duda de que Él nos llama a vivir según los estándares muy altos, en nuestros pensamientos, palabras y acciones, en nuestras actitudes , en nuestra sexualidad, en nuestras familias, en nuestras relaciones, y mucho, mucho más.




Pasajes como éste son comunes en el Código Real: “Por lo tanto, sed imitadores de Dios como hijos amados. Y caminar en el amor, como Mashiaj nos amó y se entregó por nosotros, una ofrenda y sacrificio a Dios. Pero la inmoralidad sexual y toda impureza o avaricia, ni siquiera se nombre entre vosotros, como es propio de los santos… (Ef. 5:1‐6).




El legalismo trata de cambiar la persona de afuera hacia adentro mientras que la santidad trata con nosotros desde adentro hacia fuera.




El legalismo no logra presentar una imagen equilibrada del Señor, poniendo siempre énfasis en el temor y el castigo y muy poco en Su misericordia.




El legalista siempre estará hablando de “falso profeta”, “pecador”, “mundano”, y su énfasis siempre gira alrededor del miedo, la ira, la condenación.




La santidad siempre estará hablando del poder restaurador de Dios, de las posibilidades de elevación espiritual con la asistencia del Espíritu.




El legalismo pone su énfasis en el esfuerzo humano, la santidad en el poder del Señor.




El legalismo constantemente vive añadiendo nuevas leyes, nuevas normas, nuevas costumbres, nuevas formas de hacer ciertas cosas y solamente de esa manera, la mayoría sin encontrarse en la Palabra.




La santidad comienza con el corazón, enfatiza una relación personal con Dios y Su Palabra.




La santidad llama al arrepentimiento por amor, no por temor. Proclama la gracia de Dios y la oferta divina del perdón y la nueva oportunidad para empezar.




Para el legalista nada es gratis, todo te lo tienes que ganar de lo contrario lo pierdes.




La santidad enfatiza la disciplina y la perseverancia pero deja siempre abierta la puerta a la intervención soberana del poder de Dios para ayudarte a llegar a la meta.




El legalismo conduce a la servidumbre y la esclavitud del alma, la santidad conduce a la madurez y la libertad.




El legalista te obliga a hacer ciertas cosas aunque no entiendas nada.




La santidad te educa para que entiendas por qué debes hacer ciertas cosas.




El legalista pone su énfasis en la obediencia al líder. La santidad en la obediencia a Dios.




El legalista dice: “Estos son mis discípulos” y en ello se gloria.




La santidad dice: “Estos son los Discípulos del Mesías y es mi deber cuidarlos” sin gloriarse en ello para nada, mas dando toda la gloria a Dios.




El legalista gusta del aplauso y aceptación constante de los hombres. La santidad busca el aplauso y la aceptación de Dios.




El legalista confunde la disciplina con la motivación interior y la exige sin un corazón cambiado.




La santidad enfatiza la motivación interna del corazón y busca el cambio interior para el ejercicio de la disciplina, no la disciplina para el cambio del corazón.




El legalismo dice: “Yo haré esto para ganar méritos con Dios”, mientras que santidad, dice: “Voy a hacer esto porque amo a Dios y quiere complacerlo”.




El Legalismo está centrado en el hombre; la santidad, está centrada en Dios.




El legalista se opone a las formas, la santidad a la intención.




El legalista huye de la obediencia a los mandamientos de Dios.




La santidad busca la obediencia a Dios y se deleita haciendo lo que a Dios le agrada.




El legalismo lleva a la muerte. La santidad a la vida.




El legalismo usa constantemente el látigo del castigo y la amenaza y ve la relación con Dios como la de un siervo con un rey.




La santidad usa constantemente el amor y enfatiza el compromiso de una relación con Dios como un hijo con su Padre.




El legalismo rechaza vivir por lo que la Biblia dice y establece sus propias normas.




La santidad promueve vivir por lo que la Biblia enseña y establece solamente las normas de Dios.




El legalismo condena, la santidad liberta.




El legalismo demanda esfuerzo humano, la santidad apoyo en el poder de Dios.




El legalista insiste en hacer lo que le gusta, vestido de normas estrictas. La santidad insiste en no violar las leyes de Dios.




El legalismo es una rebelión maquillada de los mandamientos de Dios. La santidad, una pasión por agradar a Dios.




El legalismo es una religión basada en lo externo y deja el corazón vacío de Dios. La santidad se fundamenta en lo interno, lleno de Dios y se expresa por un andar externo que no contradice su corazón cambiado.




El legalismo rechaza todo lo que es espiritual, sobrenatural, milagroso, y tiene una hora para hacer cada cosa de forma imparcial.




La santidad está abierta a todo lo que la vida de posibilidades con Dios, dejando siempre abierta la puerta para la intervención del poder del Espíritu aunque se rompan las agendas personales.




El legalista busca reformarse por las normas, la santidad por un corazón contrito y humillado. El legalista tiene autoconfianza extrema en sus propias posibilidades, la santidad humildemente se sujeta a los recursos de Dios porque reconoce que a menos que Dios intervenga, no podría por sí mismo.




El legalista es condescendiente con el pecado. La santidad lucha con todas sus fuerzas por evitarlo. Para el legalista todo está permitido dentro de las normas. Para la santidad, solamente es válido lo que pertenece a la espiritualidad. El legalismo te llevará a la esclavitud de las formas. La santidad a la libertad de la obediencia.


Este es el lenguaje de la santidad:


“No tiene por qué entonces dominarles la mala inclinación en vuestro cuerpo mortal, de modo que tengáis que servir obedientemente a sus concupiscencias, ni tampoco estáis ahora obligados a permitirle que vuestros miembros sean entregados al pecado como instrumentos de iniquidad, sino tenéis el derecho a presentaros por vosotros mismos a Dios como personas no contaminadas con muertos y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia, porque la mala inclinación no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo un sistema legislativo legalista, sino uno lleno de gracia” “Debido a que pertenecen al día, debemos vivir una vida decente para todos. No participar en la oscuridad de fiestas y borracheras, o en la promiscuidad sexual y la vida inmoral, o en peleas y los celos. En cambio, vístanse el alma con el Adón Yeshua el Mesías y no proveáis para satisfacer los deseos apasionados de la mala inclinación”. (Ro. 6:12‐15;13:13,14).


Huye del legalismo, no importa de dónde venga y busca la santidad que solamente viene de Dios.


Notas del Midrash


Moshé y Aharón Realizan Señales Milagrosas


HaShem ordenó a Moshé (Moisés) y Aharón comandar al Faraón dejar ir a los Benei Israel. El predijo, “Yo endureceré el corazón del Faraón y luego multiplicaré Mis señales y maravillas en Egipto.” Esto no significaba que el Faraón sería incapaz de arrepentirse porque HaShem estaba endureciendo su corazón. Las palabras del Todopoderoso implicaban, “Yo le daré una oportunidad de hacer teshuvá por la duración de las primeras cinco Plagas. Sólo si él después de eso persiste en su iniquidad Yo detendré de él Mi Mano Auxiliante que está lista para asistir a aquéllos que hacen teshuvá.” Moshé y Aharón se presentaron en el palacio. Al verlos , el Faraón montó en cólera. Volviéndose a los guardias, gritó, “¿No he dado yo órdenes explícitas de no admitir más a estas personas?” Los guardias estaban confundidos. “Nosotros no sabemos cómo ellos pudieron haber entrado,” contestaron. “Todas las puertas del palacio están sumamente vigiladas.”


El Faraón se había jurado a sí mismo,”¡Cuando este Ben ‐ Amram (Moshé) venga aquí la próxima, lo apuñalaré, lo colgaré, lo quemaré encontraré algún tipo de muerte que lo acabe!” Pero tan pronto como Moshé entró, el Faraón se volvió tan mudo como una estaca y no se atrevió a tocarlo.


Moshé y Aharón transmitieron el mensaje de HaShem al Faraón. Cuando el rey solicitó una señal, Aharón, en presencia de la corte Egipcia entera arrojó su bastón al suelo, y él fue transformado en una serpiente. El Faraón comenzó a reir. “¿Son éstas las maravillas de vuestro Di‐s? se mofó. “¡Las personas usualmente intentan vender mercadería en un lugar donde se necesita, no en un lugar donde existe abundancia de ella! Nosotros los Egipcios somos los más famosos hechiceros en el mundo y ¡vosotros creísteis que podríais enseñarnos a nosotros magia! ¡Este truco es tan fácil para nosotros que hasta mi esposa sabe cómo realizarlo! El hizo señas a su esposa‐ quien en realidad era tan experta en brujería como todos los otros magos Egipcios combinados‐ y le dijo , “¿Véis a estos Judíos que han venido aquí para burlarse de nosotros?” El dio a su esposa un bastón, ordenándole convertirlo en una serpiente. Ella lo hizo.


El Faraón se burló, “¡Aún los niños Egipcios son capaces de realizar esta suerte!” Ordenó que algunos niños de cuatro o cinco años fueran traídos y les entregó varas. Todos pudieron convertir los palos en culebras. El patio completo se llenó con retorcidas culebras. Los dos renombrados magos Egipcios, Iujani y Mamré, ridiculizaron a Moshé diciendo, “¿Intentásteis vender paja en Ofaraim, una ciudad superabundante en paja?¿Realmente creísteis que nosotros seríamos impresionados con vuestra magia en este país el cual originó el arte de magia negra?” Moshé contestó, “Ese es precisamente el por qué HaShem me envió a mí aquí. Si alguien tiene buenas verduras para vender, las lleva a un mercado donde los compradores son expertos y las apreciarán.”


Las palabras de Moshé implicaban, “Eventualmente vosotros quienes sóis expertos en magia deberéis testificar la verdad, que nuestras maravillas no tienen sus orígenes en magia. Son fenómenos sobrenaturales los cuales pueden sólo ser logrados por el poder de HaShem.” La serpiente de Aharón abrió su boca de par en par y devoró a todas las otras culebras que estaban deslizándose por el suelo.


“Este truco es tan viejo como Adám,” se mofó el consejero Bilám. “Todo el mundo sabe que una culebra puede tragar a otra. Que Aharón nos muestre si él sabe cómo hacer que un bastón trague a todos los otros bastones. ¡Si él es capaz de eso, nosotros sabremos que no es un hechicero común sino que es socorrido por la fuerza de HaShem!” Un milagro ocurrió y la serpiente de Aharón se volvió nuevamente un bastón y devoró a todos los otros bastones. A pesar de ello, no era perceptible que recién había devorado docenas de varas porque permaneció tan delgado como antes. El Faraón tembló. “¿Qué si él ahora ordena a su bastón tragarse tanto a mí como a mi trono?” pensó. No obstante, como HaShem había predicho, el Faraón endureció su corazón y rehusó dejar libres a los Benei Israel.


La Primera Plaga: Sangre


HaShem dijo a Moshé, “El Faraón rehúsa dejar ir al pueblo. Adviértele a él que a menos que Me escuche, Yo le causaré una plaga devastadora a él y a su pueblo. Baja al Nilo temprano en la mañana para encontrar al Faraón y adviértelo a él allí. El finge ser un dios y por consiguiente va al Nilo a cumplir sus funciones corporales en secreto.” HaShem ordenó a Moshé, “Vé al río temprano en la mañana para probar al Faraón que él no es divino. Lleva contigo el bastón que fue convertido en una serpiente porque él lo reconocerá, recordará los milagros ejecutados con él, y se atemorizará. Díle, “HaShem, Di‐ s de los Hebreos, me ha enviado a comandaros, “Deja ir a Mi pueblo para que ellos puedan servirme en el desierto. Mas si tú rehúsas escuchar, sabe que con este bastón en mi mano Yo golpearé al agua en el río, y ella se volverá sangre. “¡A través de esto tú sabrás que YO SOY HASHEM!”.


La estrategia de HaShem en castigar al Faraón fue enteramente diferente de la contienda armada conducida por seres humanos. Si un hombre desea derrotar a su enemigo, él prepara su ataque con la más grande reserva a fin de tomar a la otra persona por sorpresa. HaShem por el contrario, envió a Moshé anteriormente a la primera Plaga para dar una advertencia explícita al Faraón. De esto es evidente que HaShem esperaba que él hiciera teshuvá y la plaga por consiguiente fuera innecesaria.


Moshé encontró al Faraón temprano en la mañana junto al Nilo y lo censuró , diciendo, “Vos alegáis divinidad. ¿Qué, entonces, estáis vos haciendo aquí ahora? ¿Cumple también un dios funciones humanas?” “¿Quién dijo que yo soy divino?” El Faraón le preguntó a él. “¿No les decís eso a los Egipcios?” “¿Y quiénes son los Egipcios? Esos tontos, no son seres humanos, ¡son asnos! ¿Importa lo que yo les digo a ellos?” el Faraón se mofó.


Moshé repitió las palabras de HaShem al Faraón, advirtiéndole a él que el Nilo se volvería sangre, mas el Faraón hizo caso omiso de la advertencia.


HaShem por consiguiente ordenó a Moshé, “¡Extiende tu mano y golpea al río!”


Moshé objetó, “¿Es correcto que yo golpee al Nilo? Alguien que bebió de un pozo no debería después arrojar piedras dentro de él. Al ser puesto en el Nilo cuando fui bebé, las aguas del río no hundieron la canasta sino en lugar de ello me protegieron. ¿Debería yo ahora golpear a esa misma agua?”


HaShem desafió a Moshé intencionalmente, esperando que él respondiera como lo hizo. De la respuesta de Moshé nosotros somos requeridos aprender el alcance de nuestra obligación en demostrar gratitud.


Debiéramos razonar que si nosotros debemos ser agradecidos a cualquiera quien nos hizo una bondad , cuán más grande debe ser nuestra gratitud a HaShem Mismo Quien es la causa de todos los beneficios que una persona recibe y Quien siempre se propone hacernos bondad a nosotros.Moshé advirtió al Faraón por un período de más de tres semanas, pero el Faraón no hizo caso. Luego, los egicios despertaron una mañana encontrando al Nilo fulgurando con un inusual color rojo. La espantosa noticia pronto se esparció.


El líquido que llenaba el río, lucía, sabía, y olía como sangre. Todos los peces en el río habían muerto, y el río hedía. (La plaga acarreada a Egipto fue, de una forma, aún más severa que el mabul durante el cual los peces permanecieron con vida) Los Egipcios comenzaron a buscar diferentes fuentes de agua, diciendo, “Debe haber agua subterránea que esté limpia. Moshé pudo golpear sólo al agua que es perceptible al ojo.” Ellos cavaron pozos alrededor del río, mas incluso el agua subterránea se había tornado sangre. Egipto pareció estar saturado con sangre. Sangre chorreaba de los pilares del palacio del Faraón; sangre goteaba de madera y piedras; sangre fluía de sus ídolos. Las frutas ya no producían jugo de fruta, porque cuando los Egipcios exprimían una fruta, sangre se escurría fuera. Incluso la saliva que salía de sus bocas se volvía sangre. Existía sólo una fuente de clara, pura agua potable ‐ el agua de la tierra de Goshen. Los Benei Israel tenían tanta agua como ellos querían.


Los Egipcios corrían a Goshen para obtener un poco de aquel precioso líquido, pero tan pronto como ellos intentaban tomar un sorbo de agua, ella se convertía en sangre. Aún si un Egipcio compartía una jarra de agua con un Judío, el Judío bebía agua mientras que el líquido que corría por la garganta del Egipcio era sangre. Pronto, sin embargo, los Egipcios descubrieron que si pagaban dinero por el agua, ella permanecía agua. Fueron a Goshen trayendo oro y plata y así enriquecieron a los Benei Israel. En las profundidades de sus corazones, los Egipcios sabían por qué HaShem los había afligido con esta plaga. Ellos adoraban al Nilo. El Di‐ s de los Judíos les estaba demostrando que el río no era, de hecho, divino. Por añadidura, la vista de la sangre recordó a los Egipcios la inocente sangre Judía que habían derramado. Además, HaShem los estaba castigando por medio del Nilo porque los Egipcios habían intentado impedir a las mujeres Judías sumergirse a sí mismas en el río para estar puras para sus maridos.


El Faraón citó a sus magos y los interrogó. “¿Sabéis vosotros convertir agua en sangre?” ,”Nosotros lo sabemos,” ellos replicaron. Los hechiceros egipcios convirtieron agua en sangre con magia. Viendo esto, el Faraón decidió ignorar la plaga lo mismo que él había ignorado la señal del bastón que había devorado a los otros bastones.


Esta primera plaga no dañó personalmente al Faraón por tres razones:


HaShem era paciente con él en su sufrimiento a causa de que Moshé había sido nutrido y criado en su casa.


HaShem esperaba que él aún hiciera teshuvá.


HaShem causó que el Faraón se tornara eminente a los ojos de los Egipcios para que su subsecuente caída pareciera tanto más drástica.


La Plaga de la Sangre duró siete días y fue acompañada por una Plaga de Pestilencia secundaria que mató a muchos Egipcios. Todas las Plagas subsiguientes fueron también acompañadas por la adicional Plaga de Pestilencia. Cuando los siete días de la Plaga finalizaron, HaShem ordenó a Moshé advertir al Faraón acerca de la próxima plaga, diciendo, “Di al Faraón, “Si tú rehúsas despedir a los Benei Israel, Yo afligiré todas tus fronteras con ranas. ¡El río pululará con ranas, y ellas entrarán en tus casas y alcobas, en tus camas y en las casas de tus sirvientes, en tu pueblo y en tus hornos y tus artesas de amasar!”” Moshé advirtió al Faraón por tres semanas acerca de la Plaga de las Ranas, mas el Faraón no hizo caso de la advertencia.


La Segunda Plaga: Ranas


La segunda Plaga fue traída por mediación de Aharón y no por Moshé puesto que ella nuevamente ocasionaba afligir al río, y no era correcto para Moshé afligir al río que había protegido su canasta. HaShem ordenó a Moshé, “Dí a Aharón, “Extiende tu mano con tu bastón de forma tal que todas las corrientes, ríos y estanques de Egipto produzcan ranas.”” Tan pronto como Aharón extendió su mano, los Egipcios quedaron pasmados al contemplar una horrible vista. Fuera del río brincó una horrible rana de excesivo tamaño que comenzó a marchar bajando el camino principal hacia el palacio del Faraón.


HaShem dio a los Egipcios una última oportunidad de arrepentirse antes de que ellos fueran invadidos por ranas adicionales. Los Egipcios llevaron armas y estacas con las cuales pretendían matar a la monstruosa rana. En lugar de caer muerta, ella abrió su boca de par en par y escupió legiones de ranas bebés. Dejó salir un silbido estridente, y ante esta señal, ejércitos de ranas salieron brincando fuera del río, acompañadas por otros reptiles de mar con colosales bocas y dientes. Ellos formaron una procesión y marcharon bajando el camino principal, aparentemente con un propósito definido en mente. El horror de los Egipcios puede ser bien imaginado cuando el ejército de ranas se encaminó directamente hacia el palacio del rey.


HaShem hizo que la plaga visitase primero al Faraón ya que el Faraón se había tornado arrogante cuando vio que él personalmente no había sufrido de la Plaga de la Sangre. HaShem por consiguiente dijo, “Tú serás el primero en ser afectado por la Plaga de las Ranas.” Las ranas corrieron atravesando las entradas del palacio, subieron los escalones, y entraron al cuarto privado del Faraón. El Faraón estaba en cama cuando las ranas saltaron dentro de sus cobertores, se arrastraron bajo su ropa blanca, y mordiéndolo a él, se entremetieron dentro de su cuerpo. Después del Faraón, la totalidad de los otros nobles de la corte Egipcia fue infestada y luego la gente común. Las ranas llenaron las casas Egipcias, saltando sobre mesas y sillas y dentro de las camas de los Egipcios y mordiéndolos. La más grande y gorda de las ranas se asentó en el palacio del Faraón.


Las ranas no perecieron incluso después de que se hubieron deslizado dentro de los cuerpos de los Egipcios. Continuaron haciendo un ruido ensordecedor en los estómagos de todos, gritando, “¿Cuánto tiempo tendremos que permanecer aquí?” Otro coro de ranas en las paredes del estómago croó de nuevo, “Hasta que Moshé, hijo de Amram, venga y rece para que nosotras seamos puestas en libertad.” La Plaga de las Ranas cubrió la tierra entera. Las ranas brincaron dentro de los campos y devoraron el producido del cultivo.


Incidentalmente, las ranas solucionaron una vieja disputa entre Egipto y las tierras vecinas concerniente a las demarcaciones precisas del país. Los Egipcios reclamaban ciertas tiras de tierra que los kushím sostenían formaban parte de su territorio. La plaga claramente definió las fronteras Egipcias porque dondequiera que las ranas se asentaron era incuestionablemente territorio Egipcio.


¿Cómo fue posible que las ranas entraran en las casas de piedra y mármol incluso después de que los Egipcios cerraran con llave sus puertas y ventanas? Este fue uno de los milagros de HaShem Quien cambió las leyes de la naturaleza, dando a una sustancia blanda el poder de penetrar una más dura. Tan pronto como las ranas gritaron, Nosotras somos mensajeras de HaShem Quien creó el mundo, el mármol y las piedras inmediatamente se separaron, permitiendo a las ranas penetrarlos.Toda vez que una mujer Egipcia calentaba su horno a fin de hornear pan, las ranas brincarían dentro de la masa y la mordisquearían. La mujer por consiguiente la ponía apresuradamente dentro del horno. Las ranas, a pesar de ello, se asían a la masa, permitiendo ser ellas mismas horneadas junto a ella. Atemperaban el calor de tal modo que ningún pan nunca fue bien horneado.


Los Egipcios sufrieron severamente de la Plaga de las Ranas. Ni un solo Egipcio pudo evadir la plaga de las ranas; tan pronto como él llenaba una taza para tomar un trago, la encontraba llena de odiosas ranas. A pesar de ello, consideraron al croar que continuaba aún después de que ellas entraran a los estómagos Egipcios peor que sus acciones destructivas. No había absolutamente ningún modo de deshacerse de las ranas pues si un Egipcio intentaba matar una con una vara o piedra, seis nuevas ranas brotaban en su lugar, y así tuvieron que abandonar todo intento de destruirlas. HaShem estaba castigando a los Egipcios midá­ kenegued­ midá (medida por medida). Los Egipcios solían torturar a sus infortunadas víctimas Judías ordenándoles recolectar todo tipo de aborrecibles animales rastreros e insectos (los que no necesitaban excepto por el placer sádico de hacer miserables las vidas de los Benei Israel); HaShem por tanto produjo a cambio ranas repulsivas que los nausearon.


Faraón llamó a sus magos y les preguntó si también eran capaces de producir ranas. “Ciertamente,” ellos respondieron y trajeron a la vista ranas adicionales, (mas quedaron perplejos cuando llegó el tiempo de deshacerse de las existentes). El Faraón no tuvo más alternativa que llamar a Moshé y Aharón. “Implorad a HaShem que El quite las ranas de mí y de mi pueblo,” él rogó “y yo dejaré ir a los Benei Israel.”


“Ahora yo os probaré a vos que esta Plaga es un milagro Divino y no una ocurrencia natural,”Moshé anunció al Faraón. “Fijad el momento cuando esta Plaga debería finalizar, y yo rezaré a HaShem que le ponga fin en el tiempo que vos designéis.” “Mañana,” dijo el Faraón. “Será como vos decís,” proclamó Moshé, “para que vos sepáis que NO EXISTE NADIE COMO HASHEM, nuestro Di‐s.”


Moshé clamó al Todopoderoso. Al preciso día siguiente, las ranas en las casas, patios, y campos perecieron, mas hubo una excepción: Todas las ranas que habían voluntariamente brincado dentro de los hornos permanecieron vivas y les fue permitido a retornar al río. HaShem de este modo demostró que quienquiera se sacrifica a sí mismo por HaShem nunca sufrirá una pérdida. Las ranas muertas no desaparecieron sino fueron dejadas yaciendo sobre todo Egipto. Los Egipcios tuvieron que palearlas juntas. Puesto que había tantas de ellas, cada Egipcio recolectó al menos cuatro pilas de ranas. Las ranas muertas eran aún más repugnantes que las vivientes.Emitían un hedor nauseabundo que penetró la tierra entera.


Los Egipcios fueron de este modo devueltos midá­ kenegued­ midá (medida por medida) por haber golpeado a los Judíos sin piedad hasta que un fétido olor emanó de sus bocas. La Plaga de las Ranas afligió sólo a los Egipcios mas exceptuó a los Benei Israel. De hecho, si un Judío y un Egipcio caminaban por el camino al mismo tiempo, la rana huía del Judío y saltaba sobre el Egipcio. Tan pronto como la Plaga finalizó, el Faraón nuevamente endureció su corazón. Esto es típico de todos los reshaím que no hacen jamás teshuvá sincera sino sólo hacen promesas bajo compulsión, rescindiéndolas tan pronto como sienten alivio.


¡Shabat Shalom!

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