Torah: Breshit 28:10-32:3
Haftará: Hosea 9:7-11; 12:1-12
HaTzofen HaMaljutí: Meir 10:32-11:33
Yaakov avinu deja su lugar de residencia, Beer Shevá, e inicia su marcha hacia el exilio con la mira de protegerse de la ira de su hermano Esav y para buscar esposa. “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer”. Se cumple el decreto en la vida de nuestro padre. En el camino, le sorprende la noche y decide pasarla “en un lugar” donde recuesta su cabeza. Y tiene un sueño: una enorme escalera, apoyándose en la tierra, se extiende hacia el cielo, uniendo así lo que está arriba con lo que está abajo y ve ángeles que ascienden y descienden por ella. Y una revelación extraordinaria le es dada: “La tierra donde estás acostado te la daré a ti y a tu simiente”.
Al levantarse para sus oraciones matutinas, y percibiendo la grandeza de la revelación recibida, Yaakov Avinu selecciona la piedra que le había servido de almohada y la transforma en un altar, prometiendo que será llamada Bet-El, Casa de Eloha.
Finalmente llegó a Jarám donde milagrosamente se encuentra con su tío Laván y hace un pacto con él por Rachel, la hija menor. Trabajará sin salario atendiendo las ovejas de su suegro por siete años. Al cabo de este tiempo, Yaakov demanda la entrega de su amada Rajel. Se hizo la fiesta de bodas pero en la noche, Laván reemplaza a Rajel por Lea, la mayor, quien duerme con Yaakov en el lecho nupcial. En la mañana, cuando Yaakov Avinu descubre la trampa, y luego de una discusión no pequeña con su suegro, Yaakov negocia tomar a Rajel, una semana más tarde, por otros siete años de trabajo con su suegro.
Lea sale embarazada seis veces, mientras Rajel permanece estéril. Los primeros seis hijos de nuestro padre Yaakov, son nombrados: Reuvén, Simón, Leví, Judá, Isajar y Zebulún. También le nace su hija Dináh.
Al ver que no daba hijos a su marido, Rajel toma su sierva Bilhah y la presta a su marido para al menos tener hijas por medio de ella, toda vez que las pertenencias de una sierva eran vistas como pertenencias de su señora. De esta relación nacen dos hijos más a Yaakov: Dan y Naftali. Mientras esto sucede, Lea, al ver que no salía embarazada, da su sierva Zilpah a Yaakov para tener más hijos por medio de ella. Nacen Gad y Asher. Finalmente, luego de mucha tefiláh, Rajel sale embarazada y le nace su primogénito, Yosef.
Cuando nace Yosef, nuestro padre cumple catorce años en la diáspora y solicita a Laván permiso para concluir su exilio y regresar a la tierra de la promesa. Laván insiste para no dejarlo ir, reconociendo que Elohim lo ha bendecido por causa de Yaakov; así que lo convence de quedarse un tiempo más y a cambio le ofrece pagarle un salario.
Yaakov declina la oferta del salario y le propone un mejor negocio: que de todo el ganado que tengan manchas y rayas tanto de las ovejas, como las cabras, como las vacas, le sea contado como salario y de esta manera Yaakov estaría dispuesto a cuidar y apacentar otro tiempo. Lavan acepta. Todas las ovejas y cabras que fueron encontradas con manchas y rayas fueron dadas a Yaakov y a sus hijos. De ahí en adelante, Yaakov, haciendo uso de recursos no naturales, causa que las ovejas y las cabras nazcan, en su mayoría, manchadas y rayadas y de esta manera su ganado se multiplica. Laván, al ver el asunto, cambia el plan y pide que las rayadas y las manchadas sean suyas. Yaakov acepta y sucede lo contrario, recibiendo nuestro padre abundancia de bienes.
Con el aumento de sus bienes de Yaakov, los hijos de Laván se levantan en celos y envidias, diciendo que Yaakov se estaba enriqueciendo a costa de su padre. Laván, aceptando ese falso testimonio, cambia su rostro hacia Yaakov, no viéndolo ahora como su yerno, sino como su competencia.
Al pasar seis años, la situación se hace extraordinariamente difícil para nuestro padre y reuniendo sus esposas y presentándole su plan, toda su familia en común acuerdo, deciden regresar a la tierra de la promesa sin avisarle a Laván, por miedo a represalias. Yaakov, en el día señalado, toma a sus esposas y sus hijos con ellas, así como todos sus bienes y levanta sus ojos a Kenaán. Jarán va quedando atrás en sus memorias. Al salir, Rajel, sin permiso de su padre, y sin conocimiento de Yaakov, lleva consigo los ídolos favoritos de Laván. Al enterarse de la huída de Yaakov, Laván lo persigue pero en un sueño, es advertido por Elohim no hacer daño ni tratar descomedidamente a Yaakov.
En una colina (Gal-Ed –colina del testimonio) ambos levantan un pilar de piedras y firman un tratado de no agresión. Ambos juran ser fieles al pacto de paz y Yaakov ofrece un sacrificio a Elohim del cual participa toda la familia.
La parashá concluye contándonos que al día siguiente, Laván, levantándose muy temprano, besó a sus hijas y a sus nietos, los bendijo y regresó a su tierra, mientras que Yaakov sigue su camino, saliendo a su encuentro mensajeros celestiales (ángeles). Al verlos Yaakov exclamó: “Este es un campamento de Elohim”. Y llamó el lugar: Majanáyim (campamentos).
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