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Parasha 51-52 Nitzavim Vaielej

Actualizado: 24 sept

Esta semana estudiamos la parasha nitzavim y Vaielej, estas son las ultimas dos porciones antes del día temible de Iom Teruah.

Parasha Nitzavim

Devarim (Deuteronomio) 29:9-30:20

Uno de los aspectos más interesantes de esta parashá (Nitsavim) es el de la unidad de todo Israel. Israel no es una religión o una denominación, es una nación, pero más que una nación es una familia. Moshé llegando ya al final de sus días levanta su voz ante todo el pueblo para decirles:


"Hoy estáis (nitsavim) todos vosotros en presencia de HaShem vuestro Eloha: vuestros jefes, tribus, ancianos y oficiales, todos los hombres de Israel”


La expresión, “todos vosotros” no deja ninguno fuera y este es el secreto de la redención cuando “todo Israel sea salvo”, como ha sido prometido. Tanto los israelitas que ya pasaron, como los presentes, como los que vendríamos después, todos, sin dejar uno solo fuera, participamos de esta renovación de la Alianza, antes de la entrada a la tierra prometida.


La fortaleza de Israel depende de su unidad interna. Somos constantemente llamados a buscar la unidad y procurar la unidad tanto como sea posible. Para que esto funcione adecuadamente, es preciso tener cierto nivel de tolerancia hacia los demás. Al momento cuando pienso que solamente yo o mi grupo tienen la totalidad de la verdad, y que el resto está completamente equivocado; al momento que pienso que solamente la manera cómo yo digo que se deben cumplir ciertos mandamientos es la correcta, al momento que afirmo que el Judaísmo es única y exclusivamente como yo lo haya trazado, al momento que destruyo la unidad fundamental que debe tener Israel. Siempre tenemos que abrirnos a la posibilidad de que el punto de vista del otro lado, tiene un valor también y debo pesar sus razones, si es que son por el honor del Cielo y no para la vanagloria personal de cada uno. Tanto judíos como conversos sinceros, debemos trabajar siempre por la unidad interna de la comunidad.


En esta parashá de nuevo, Moshé advierte a su pueblo de las terribles consecuencias que tendría para Israel si abandona el pacto, las instrucciones y mandamientos del Altísimo. A no dudarlo, ello traería desolación a la tierra, el exilio del pueblo hebreo y su dispersión por toda la tierra. No obstante, aun en el peor escenario, Moshé pudo visualizar proféticamente que al final, Israel retornará y se volverá a HaShem y la promesa de la redención final es aquí establecida, porque HaShem mismo se encargará de traer a Su pueblo de vuelta a la tierra que juró dar a nuestros padres.


Esta parashá uno de los textos más hermosos de la accesibilidad de la Toráh para Israel:


“Este mandamiento que Yo te ordeno hoy, no está lejos de ti…no en el cielo…no en el abismo… sino cerca de ti, en tu boca y en tu corazón para que los cumplas”.


Los que hacen de los mandamientos algo impracticable, o lo transforman en un peso que muy pocos pueden llevar, atentan contra este aspecto alcanzable, ligero y accesible de los mandamientos. HaShem no nos ordenará nada que no sea prácticamente viable para la mayoría. Nuestro Santo Maestro advierte contra los que: “ponen carga pesada sobre los hombros de los hombres que ni ellos mismos la mueven”.


La parashá contiene también uno de los fundamentos de la fe judía: el libre albedrío. Hemos sido dotados con el Creador con el don de la libertad absoluta de la conciencia y cada uno tiene la capacidad moral de elegir entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. La posición extremista que niega que el hombre se encuentra en un estado de absoluta depravación, incapaz de “volver en sí” y decidir retornar a casa de su padre, es ajena a las Escrituras.


Aun con todo el daño que se deriva de nuestras malas decisiones, incluyendo la de Adán en el Jardín del Edén, el hombre siempre puede arrepentirse. Y el arrepentimiento es la demostración acabada de que aun en la oscuridad de su pecado, cada persona puede elegir la vida y buscar al Eterno, “mientras pueda ser encontrado”.


Ninguno de nosotros podrá nunca aparecer delante del Tribunal Celestial y excusarnos a nosotros mismos diciendo: “No tengo la culpa por eso que hice, nací esclavo del mal, condenado a la muerte, y por tanto no tuve otra opción que pecar”. Tal argumento no tiene sentido alguno, ante lo que revela Moshé en esta parashá al decirle al pueblo de Israel:


“He puesto delante de vosotros, la vida y la muerte, la bendición y la maldición, escoge pues la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.


Si no hubiésemos sido diseñados con esta habilidad de “escoger” entre la vida y la muerte, tal mandamiento carecería de todo valor ético. Tenemos libertad de elección y somos responsables de las decisiones que tomamos y de sus consecuencias.


Parasha Vayelej

Devarim (Deuteronomio) 31:1-31:30


Vayelej es el preludio de una canción de despedida con bendición. Un sucesor deberá reemplazar a Moshé. El Eterno escoge a Yehoshua (Josué) para reemplazar a Moshé y ambos lo alientan para que no se desanime por nada en el difícil proceso de introducir al pueblo a la tierra prometida. Entonces Moshe da una mitzvá final a los sacerdotes, los levitas y los ancianos de Israel. Tienen que escuchar "esta enseñanza" durante Sucot cuando una vez cada siete años por el año sabático. Entonces Moshe conoce que es ya casi el momento de reunirse con sus padres y para que los hijos de Israel no se descarríen en los años por venir, les cantará una canción, así será más fácil recordar sus consejos.


Vaielej concluye con la predicción de que el pueblo judío se apartará del pacto con Di‐s, causando que Di‐s se oculte, pero también con la promesa de que las palabras de la Torá "no serán olvidadas de las bocas de tus descendientes". Esta canción será el tema de la última parasháh con la cual concluimos un ciclo completo de estudio de la Toráh.


Debido a la inminencia de Yom HaKipurim, es importante que los líderes dediquen el mayor tiempo posible de la enseñanza de este Shabat al resumen de la Parashá y al estudio de las Leyes y Costumbres de la Fiesta, así como explicar la sustancia misma de Yom Hakipurim.


Es apropiado también estudiar el nuevo Majtzor de Yom HaKipurim que ha estado disponible para las comunidades a traves de la pagina del Rab Dan ben Avraham: Adquirir el Majzor de Kipur.


Dos reflexiones importante para meditar:

Las cicatrices del Kipur

Ya faltaban pocas horas para que comenzara Iom Kipur y todavía no había señales de un poblado. Rabi Mordejai, que era un jasid, había sido enviado por su Rebe, el Tzemaj Tzedek (3er Rebe de Jabad), a recorrer los pueblitos de Rusia y difundir las enseñanzas del Baal Shem Tov, llamadas Jasidut... Llegó a un pueblito y le indicaron que todos los judíos habían viajado a Vitebsk para el Día del Perdón. Estaba desesperado.


-- ¿Cómo estaría el día más sagrado del año sin minián (quórum de 10 hombres)?

- "Rabino"‐ le dijo un campesino‐ "a dos horas de aquí hay un pequeño poblado de Cantonistas" (judíos que habían sido arrancados por orden del Zar de sus hogares, cuando eran pequeños. Eran torturados y educados a la fuerza para que olvidaran su judaísmo. Permanecían en el ejército hasta por 25 años) Son en realidad un poco extraños, pero son los judíos que habitan más cerca de este lugar".


Rápido Rabi Mordejai se dirigió allí. Fue recibido calurosamente por los Cantonistas que se alegraron inmensamente al enterarse que rezaría junto a ellos un verdadero rabino. Sólo pusieron una condición.


- "Usted dirigirá todas las Plegarias, con excepción de Neilá (la última de Iom Kipur), que será dirigida por uno de nosotros".


Después de una hora estaban todos reunidos, envueltos en la sagrada atmósfera de Iom Kipur y transportados por las Tefilot de Rabi Mordejai. Éste a su vez sentía que algo especial estaba sucediendo. Se encontraba con hombres que habían pasado por el infierno, sólo por el hecho de ser judíos. Su alma se elevó con las Plegarias y así pasó la noche y luego el día. Finalmente llegó el momento de Neilá. Era el turno de ellos. Rabi Modejai tomó asiento y esperó para ver qué sucedería.


¿Qué tipo de rezo especial tenían preparado? Uno de los Cantonistas se puso de pie, se paró en el podio y comenzó a desabrocharse y luego quitarse la camisa. El rabino quiso protestar, ¡no es correcto quitarse la ropa en una Sinagoga! Pero la camisa se deslizó de los hombros y dejó a la vista cientos de cicatrices; años y más años de profundas cicatrices... cada una de ellas porque este hombre se había negado a abandonar al Di‐s de Israel. Rabi Mordejai ahogó un grito y un torrente de lágrimas se deslizó de sus ojos. El Cantonista elevó sus manos al Cielo y dijo en voz alta:


- "¡Di‐s, envíanos al Mashiaj! ¡Redime a los iehudim ahora! No te lo pido en mérito a nuestras familias, pues no las tenemos. No lo solicito por nuestro futuro, pues no tenemos futuro. No lo hago por el bien de nuestros hijos, o de nuestra comodidad, o reputación, pues carecemos de todo ello. Sólo te pedimos que... lo hagas en mérito de Tu Gran Nombre"


Entonces vistió nuevamente su camisa y comenzó a rezar. Eso es lo que pedimos en el Día del Perdón: "Di‐s, el mundo ha sufrido lo suficiente. Sólo envíanos al Mashiaj pues Tu eres bueno".


Shofar Gadol en el Muro Occidental, 1930

Mientras oraba en el Kotel en Iom Kipur en el año 1930, escuché a algunas personas susurrando entre si: “A donde iremos a escuchar el shofar? Será imposible tocarlo aquí. Hay tantos policías como judíos orando!” El Jefe de Policía británico en persona se encontraba allí para asegurarse que los Judíos no tocaran el toque único que tradicionalmente termina el ayuno. Escuché los susurros y pensé para mi mismo. ¿Es posible que omitamos el toque del shofar que acompaña nuestra proclamación de soberanía de Di­-s? Es posible que omitamos el toque del shofar, que simboliza la redención de Israel? Me acerqué a Rabi Itzjak Horenstein, quien oficiaba de rabino de nuestra “congregación” y le pregunté por un shofar.


El rabino abruptamente se alejó de mi, pero no antes de dirigir su mirada al estrado de oraciones en el extremo izquierdo del callejón. Yo comprendí que el shofar se encontraba allí. Caminé hacía el lugar y me incliné sobre el mueble. Abrí la puertecilla y deslicé el shofar en mi camisa, pero de una forma tal que no me viesen antes de que tuviese la oportunidad de tocarlo. Me dirigí a la persona que oraba a mi lado y le pedí su talit. Me envolví en el talit. En ese momento sentí que había creado mi propio dominio. Fuera de mi talit prevalecía un gobierno extranjero, gobernando al pueblo de Israel aun en su día más santo y en su lugar mas santo y nosotros no teníamos la libertad de servir a nuestro Di-­s. Pero, dentro del talit se trataba de otro dominio. Cuando se recitaron los versículos finales de la oración de Neila, tomé el shofar e hice sonar un largo y resonante toque. Todo ocurrió muy rápidamente. Muchas manos me sujetaron. Me quité el talit de sobre mi cabeza y ante mi encontré al jefe de policía quien ordenó mi arresto. Yo fui llevado a Kishle, la prisión en la Ciudad Vieja y encomendaron a un policía árabe que me vigilase.


Pasaron muchas horas, no me dieron ni alimento ni bebida para romper mi ayuno. A la medianoche el policía recibió la orden de liberarme y me dejó marchar sin mediar palabra. Entonces me enteré que cuando el Rabino Jefe de Tierra Santa, Abraham Itzjak Kook, escuchó acerca de mi arresto, inmediatamente contactó al secretario del Alto Comisionado británico y solicitó que yo fuese liberado.


Cuando su solicitud fue rechazada, él manifestó que no rompería su ayuno hasta cuando yo fuese liberado. El Alto Comisionado se resistió por muchas horas, pero, finalmente, por respeto al Rabino Jefe, no tuvo mas alternativa que dejarme en libertad. Durante los siguientes dieciocho años el shofar fue tocado en el Kotel en cada Iom Kipur. Los Británicos comprendían muy bien el significado de este toque – ellos sabían que a fin de cuentas este toque demolería su reinado sobre la tierra al igual que las murallas de Jericó se desmoronaron ante el shofar de Ioshua y ellos hicieron todo lo que estaba a su alcance para impedirlo. Pero, en cada Iom Kipur, el shofar era tocado por hombres que sabían que serían arrestados por reivindicar la mas sagrada de nuestras posesiones. (De los escritos de Rabí Moshe Segal).




¡Shabat Shalom!



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