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Parasha 49 KiTetze

Esta semana estudiamos la parasha Ki Tetze que traduce "Cuando salgas". Esta parasha nos trae 74 de los 613 preceptos de la Torah.

Esta parashá contiene un popurrí de mandamientos. Setenta y cuatro de los 613 preceptos (Mitzvot) de la Torá se encuentran en la sección Ki Tetzé. Estos incluyen las leyes de una cautiva bella, los derechos de herencia del primogénito, el hijo rebelde y descarriado, entierro y dignidad de los muertos, la devolución de un objeto perdido, el envío del ave madre antes de tomar a sus pichones, la responsabilidad de construir un cerco de seguridad en el techo de una casa propia, y las varias formas de kiláim (híbridos prohibidos entre plantas o entre animales)


Se ha traducido el nombre de nuestra parashá como “Cuando vayas…” tomado del primer pasuk del texto que encontramos en Devarim (Deuteronomio) 21:10-25: 19


En esta sección de la Torah también son recontados los procedimientos judiciales y las penas por adulterio, por la violación o seducción de una moza soltera, y por un esposo que acusa falsamente a su mujer de infidelidad.


Aquí se nos informa de quienes no pueden casarse con una persona de linaje judío: un bastardo, un varón de descendencia Moabita o Amonita, una primera y segunda generación de Edomita o Egipcio. Esta sección también incluye las leyes de la pureza del campamento militar; la prohibición de entregar un esclavo que se escapó; la obligación de pagar a un trabajador a tiempo y de permitir a cualquier animal o persona que trabajan para uno, “comer mientras trabaja”.


La parashá nos enseña la forma correcta de tratar a un deudor y la prohibición de cobrar interés por un préstamo; las leyes de divorcio (de donde son derivadas muchas de las leyes de matrimonio); la pena de 39 latigazos por la trasgresión de una prohibición de la Torá; y los procedimientos de ibum (“matrimonio levirático”) de la mujer de un hermano fallecido que no tuvo hijos o jalitzá (“quitado del zapato”) en el caso en que el cuñado no desee casarse con ella. Ki Tetzé concluye con la obligación de recordar “lo que Amalek te hizo en el camino, cuando salían de Egipto”.


Es interesante que tantos mandamientos coinciden siempre con el tiempo cuando nos preparamos para las tres grandes fiestas del otoño que están a la vuelta de la esquina: Yom Teruá (Rosh Hashaná), Yom HaKipurim y Sucot. ¿Cuál es la razón? ¿Por qué sucede?


Cada una de las fiestas de la Torah, desde el Shabat hasta Sucot, tiene su particularidad, esencialidad y funcionalidad específicas. La mayoría de ellos son mandamientos rodeados de ciertos rituales y protocolos importantes. En Shabat, nos abstenemos del trabajo creativo, cesamos de aquellas labores con las cuales nos ganamos el pan de cada día y nos concentramos en el estudio de la Torah, el descanso y la familia.


En Pésaj nos abstenemos de comer Jametz, dirigimos el Seder, bebemos cuatro copas de vino y comemos matzot. En Shabuot nos abstenemos del trabajo, y en vez de comer jametz, comemos pan leudado. En Sucot llevamos con nosotros Lulav, Etrog y comemos bajo la Sucá por siete días. En Yom HaKipurim nos abstenemos de comer y afligimos nuestras almas todo el día.


Al final tocamos un largo shofar y concluimos la mitzvá del día. Todo esto tiene su lugar, su tiempo y protocolos especiales. Mas cuando llegamos a Yom Teruáh, la costumbre es diferente: se nos pide sobre todas las cosas, que toquemos el shofar. Hoy en día es todo lo que hacemos: tocar el shofar.


A lo largo del tiempo, el protocolo ha incluido comer ciertas frutas y legumbres, evitando las comidas y los jugos agrios; y sobre todo, nos preparamos para escuchar el último toque del shofar. Una vez que concluimos el día, iniciamos la cuenta regresiva a Yom HaKipurim.


Para Yom Teruá normalmente nos vestimos de blanco. La Casa de Estudio se viste de blanco. El arca sagrada, el bimá, los rollos de la Toráh, todo se viste de blanco.


Además, todo el sexto mes que le antecede nos llena el ambiente de un espíritu de súplica y misericordia. Normalmente nos referimos a HaShem como Rey más que cualquier otro título.


¿Qué es lo que hace estos días tan especiales? ¿Por qué los adornamos con estos preciosos detalles que son únicos en su clase? ¿No parecieran superfluos? ¿Por qué tantos detallitos pequeños?


La respuesta podemos obtenerla de una información importante que nos viene del Maestro. Mientras guardaba el mandamiento del korbán pésaj y comía del cordero pascual con sus estudiantes, el Ríbi les pidió que cada vez que participaran de estos ritos, se acordaran de él. “Todas las veces que comiereis de este pan (matza) y bebiereis de esta copa (kidush de pésaj), acordaos de mí”.


¿Por qué el Maestro ha pedido que en las festividades sagradas nos acordemos de él?

La siguiente historia podría ayudarnos a comprender las palabras del Ríbi:

Sucedió una vez que un discípulo estaba para hacer un viaje a Europa. Se acercó a su Rab como es la costumbre, y le pidió una bendición para su viaje, a fin de hacerlo feliz y próspero. Después de una berajá salida del corazón, el Rav le dijo a su discípulo:


- Hijo, en Suiza preparan un queso especial que tiene la reputación de ser uno de los mejores de Europa. Apreciaría muchísimo si a tu regreso, me traes un pedazo contigo.


-- Por supuesto que sí, dijo el estudiante, buscaré la mejor marca y se lo traeré de regalo, no dude de eso.


El hombre fue a su viaje y regresó unas semanas después. Fue a ver a su maestro y darle las gracias por la bendición que le hiciera, pues todo había salido de maravillas.


- ¿Me trajiste el queso? Dijo el Rav.


El hombre palideció:


-- Rav, perdóneme, estuve tan ocupado en los negocios, que me olvidé por completo de su pedido… hasta que llegué de vuelta.. pero no se preocupe usted, en unas semanas tengo que ir a Holanda y le prometo que le traeré algo mejor incluso que el que se vende en Suiza.


El Rav movió su cabeza y le dijo:


- Hijo, yo no necesito quesos, la razón por la que te pedí que me los consiguieras mientras estuvieras en Suiza es porque quería que la idea del queso estuviera en tu mente y que al hacerlo así, te recordaras que aquí estaba tu Rav esperando lo mejor de ti.


Son cosas aparentes o simples, pero al final resultan extraordinariamente importantes. En cada festividad, no solamente en Pésaj, la memoria de nuestro Maestro debe estar presente, de lo contrario, corremos el peligro de olvidarnos que tenemos un Ríbi que espera lo mejor de nosotros. Sean los grandes mandamientos, o los pequeños. De hecho, el Maestro enseñó que quien guarda aún los más pequeños mandamientos de la Torah y así enseña a los hombres, muy grande será llamado en el Maljut Hashamayim. Matiyahu 5:19, Código Real


"Por tanto, quien quiera que a propósito desobedezca uno solo de los mandamientos de la Torah, que le sea aplicable, aun tratándose de los identificados como, "pequeños" y cause así que los hombres también los desobedezcan, muy pequeño será llamado en el Reino de los Cielos. Más cualquiera que los obedezca y enseñe a los hombres cómo obedecerlos, muy grande será llamado en el Reino de los Cielos".


Al acordarnos de él en cada festividad, traemos a nuestra memoria temporal que tenemos un Ríbi, un Maestro que espera lo mejor de nosotros. Y su recuerdo deberá ser siempre la gran motivación de nuestra conducta.


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