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Las Montañas en la Biblia


Cuando el Eterno fue a darnos Su Torá (nuestra Constitución Nacional), escogió El Monte Sinaí como plataforma de revelación. El pueblo estaría en el valle y solo Moisés subiría a la montaña. De hecho, Moisés subió varias veces a ese monte para hablar con Dios. Cuando Josué recibió la encomienda de la conquista de la tierra, fue instruido en la ordenanza de eliminar todos “los lugares altos” dedicados a la adoración de los falsos dioses cananeos, lo que implica que usaban también los montes como centro de culto. Cuando el profeta Eliyahu confronta a los falsos profetas de Baal, los llevó al monte Carmel y allí construyó un altar donde quedó demostrado que el Eterno es el único Elohim verdadero. De la misma manera , cuando David fue a elegir un lugar para la edificación de la capital de Israel, eligió un monte, El Monte de Tzion.


De hecho, cuando vamos a Jerusalén decimos, “subimos” a Jerusalén y cuando salimos de Jerusalén decimos, “descendemos “ de Jerusalén. El salmista dirá luego: “Alzaré mis ojos a los montes, de donde vendrá mi socorro?”.


El profeta Daniel vio una piedra, no cortada con mano humana que golpeó la estatua y la derribó, convirtiéndose en “un gran monte” que cubrió toda la tierra. Así también nuestro Ribi, cuando fue puesto a prueba por el Satan, entre ellas, no faltó llevarlo sobre la cima de un “gran monte “. Y cuando el Ribi se transformó delante de tres de sus más íntimos discípulos, los llevó a un monte alto.


Sabemos por los masoretas , que una de las costumbres de Yeshua era subir a un monte para orar o para enseñar desde allí a sus estudiantes . Así también, la nueva Jerusalén que desciende del cielo, es plantada sobre un monte cuya altura supera todas la más altas montañas de la tierra.


Es evidente de toda esa data Bíblica, que los los montes están relacionados con lugares especiales de encuentros especiales. La razón es que los montes implica una elevación geográfica que tiene su analogía con la elevación espiritual del que asciende allí por motivos religiosos. Al mismo tiempo, te aleja del “ruido” de abajo y crea un ambiente propicio para la meditación y la reflexión.


Cuando subimos una montaña tenemos que hacer un esfuerzo físico extra que expresa también la seria intención del que sube por lograr el propósito con el ascenso, es como sinónimo de conquista, de superación de nuestras limitaciones físicas, todo lo cual añade un sentido único que no se encuentra fácilmente en el bullicio de la ciudad y el corre corre de cada día.


Además, subir a una montaña es como experimentar un proceso de toma de conciencia que no se obtiene fácilmente rodeados de personas . Es evidente también que el “monte” representa así como un refugio espiritual que facilita la concentración y la reflexión todo lo cual da un sentido de acercamiento físico con la Divinidad aún cuando tal acercamiento es más simbólico que espacial.


Finalmente, podríamos decir también que la altura de la montaña representa poder, dominio, autoridad y por tanto, quien domina una montaña se vuelve más invulnerable que el resto y esto tiene también su contrapartida en el mundo espiritual.


Las montañas tienen una energía diríamos hoy, “cuántica “, que pondera el sentido de poder y dominio asociado a la altura. Todo eso estaría presente cuando analizamos la data bíblica sobre el tema de los “montes “. No obstante, y siendo racionales, Dios no te escuchará mejor si subes a una montaña o te encierras en tu alcoba privada para rezarle.


De hecho el propio Yeshua recomiendo ir a tu cuarto privado para orar, no subir a una montaña. Si tienes una montaña accesible y no representa un peligro físico para ti, orar en la privacidad de la cima de un monte tiene su lugar, pero cuidemos de pensar que es el lugar lo que determina mi encuentro con Dios, porque como dijo el Ribi: “Ni en este monte ni en Jerusalén…sino que el Padre busca el corazón", sea que estés en una montaña o en tu centro de trabajo.


De hecho, una de las oraciones más poderosas en la Biblia y que fue más rápidamente recibida por el Cielo, provino de un profeta en el vientre de un pez en las profundidades del Mar. Dios busca el corazón contrito y humillado, sea que estés arriba en una montaña o al lado del lecho de uno que sufre, consolándolo , porque sea que subas a las estrellas o bajes a los abismos, el Eterno estará siempre cercano y se dejará encontrar de los que le busquen de corazón. Amén

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