Como ya hemos explicado en otras oportunidades, los netzaritas no llamamos al cuarto mes de nuestro anuario, “Tamuz” por varias razones.
Primero, porque el significado mismo del mes es un tributo a una ídolo pagano que lleva dicho nombre, venerado en Babilonia como el dios de la vegetación y la primavera.
Segundo, porque los profetas condenaron la práctica de asociarse con dicho nombre como está documentado en el Ezequiel 8:14,15 que afirma: “Luego me llevó a la entrada del templo de YHWH, a la puerta que da hacia el norte. Allí estaban unas mujeres sentadas, que lloraban por el dios Tamuz. Entonces Di-os me dijo: “Hijo de hombre, ¿ves esto? Pues aún las verás cometer mayores atrocidades”.
Es evidente que el Eterno llamó a este ídolo y su veneración, “una atrocidad”, es decir, una abominación.
Tercero, porque los profetas tardíos no usaron tal nombre como una costumbre aceptable traída de Babilonia, como está documentado en Zacarías 8:19: “Así dice el SEÑOR Todopoderoso: Para Judá, los ayunos de los meses cuarto, quinto, séptimo y décimo, serán motivo de gozo y de alegría, y de animadas festividades, amen, pues, la verdad y la paz."
Es evidente que si el profeta hubiera aprobado el uso de nombres para los meses del año, los habría incluido en esta profecía. Al nombrar los meses por número no por nombre, nos deja un mensaje evidente: no usar nombres para los meses y mucho menos, nombres que promuevan la idolatría. Aun cuando algunos usaron algunos nombres de origen persa, el contexto demuestra que lo hicieron por consideraciones especiales, no para establecer la costumbre.
Cuarto, porque la numeración ordinal siempre fue la práctica ortodoxa de nuestro pueblo, como está documentado en 2 Reyes 25:3. Quinto, y más importante, porque la propia Toráh nos dice que la costumbre para identificar los meses del año debe ser el uso de los ordinales, como ella misma hace, excepto para el primer mes del anuario, el mes de Aviv, el mes de la primavera (Ex. 12:1-6;Levítico 23:24).
Fue luego del exilio babilónico, para el tiempo de la conclusión de la construcción del Segundo Templo, que algunos líderes trajeron a Israel la costumbre de nombrar los meses del año de una forma diferente a la Toráh y los Profetas y entonces el ciclo anual de la Torah fue cambiado para ubicarse seis meses después.
Najmánides (siglo 13) en su comentario de la Toráh (Exodo 12:1,2), intenta justificar el cambio de la siguiente manera:
“Y ya nos lo han recordado nuestros maestros, y dijeron: Los nombres de los meses subieron con nosotros de Babilonia (Talmud de Jerusalén, Rosh haShana 1:2); porque en un principio no tenían nombres, y la razón de ello era que desde un comienzo su cuenta era para recordarnos la salida de Egipto. Pero cuando ascendimos desde Babilonia, se cumplió lo que está escrito: “No se dirá más: ‘¡Vive el Eterno que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto!’, sino: ‘¡Vive Ad-nai, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte!” (Je. 16:14-15). Desde entonces volvimos llamando a los meses como eran llamados en la tierra de Babilonia, para recordar que allí estuvimos y de allí nos hizo ascender el Santo, bendito sea Su nombre. Ya que los nombres de Nisan, Iar y sus semejantes son nombres Persas, y no los podrás encontrar sino en los libros de los profetas que vivieron en Babilonia (Za. 1:7; Es. 6:15; Ne. 1:1) y en el rollo de Ester (3:7).”
El comentario de Najmánides está errado por varios motivos:
Aplicar la profecía de Jeremías 16:14,15 que habla del exilio del Norte y del resto del mundo al exilio babilónico, que fue regional, no mundial, va contra toda lógica de explicación de la Torah.
Es errado porque a nuestro pueblo el Eterno ordenó “no copiar las costumbres de las naciones vecinas” (Lev.18:30; Deut. 18:9) y aquí es evidente que algunos líderes provenientes de Babilonia, tomaron de la cultura circundante en Babel, aquellas cosas que le aportaban un valor agregado, en este caso: los nombres de los meses y el comienzo de la cuenta a partir del regreso de Babilonia. Cualquier tradición que se nutra del paganismo, no debe tener lugar entre el pueblo santo.
Es errado porque pareciera dar la impresión que la salida de Egipto ya no es el hito central de la historia judía, sino que para la época de la reconstrucción del Templo (y de allí en adelante), lo fue el regreso desde el exilio babilónico, que llevó a algunos líderes de aquel tiempo a orquestar un cambio importante en la construcción del propio calendario, cuando en realidad el Séder de Pésaj nunca se inicia en Babilonia, siempre en Egipto. Afirmar que el regreso parcial de los judíos del exilio babilónico es el cumplimiento del evento mundial de Jeremías 16, y que por tanto, el primer éxodo pasó a la historia reemplazado por el regreso de Babilonia, contradice nuestra práctica de Pésaj que nos ubica siempre en Egipto, no en Babel.
Cuando colocamos todas estas consideraciones estamos en condiciones de entender por qué la costumbre netzarita, especialmente para este mes, es usando el ordinal, no el nombre de un ídolo babilónico.
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